Este texto
que presentamos en castellano aquí constituye la introducción del libro de
Felice Vinci, "Omero nel Baltico". Felice Vinci, nacido en 1946 en Roma,
ingeniero nuclear, desde su juventud se apasionó por Homero
y la mitología griega. Después de largas investigaciones, que lo han llevado
varias veces a Escandinavia y Finlandia, publicó en
1993 su primer ensayo sobre el tema, «Homericus Nuncius» (Anuncio relativo a Homero), seguido en 1995
por la primera edición de «Homero en el Báltico. Ensayo sobre la Geografía Homérica»,
y en 1998 por la segunda edición del mismo libro. Hemos traducido este texto
desde el sitio centrostudilaruna.it
donde fue publicado en Abril de 2011.
RESUMEN
4 de Abril
de 2011
El verdadero escenario de la Ilíada y
la Odisea puede ser identificado no en el Mar Mediterráneo, donde
resulta ser debilitado por muchas incongruencias, sino en el Norte de Europa.
Las sagas que dieron origen a los dos poemas provinieron de las regiones
bálticas, donde la Edad de Bronce floreció en el 2º milenio a.C. y donde muchos
sitios homéricos, como Troya e Ítaca, todavía pueden ser identificados.
Los rubios navegantes que fundaron la
civilización micénica en el siglo XVI a.C. llevaron esos cuentos desde
Escandinavia a Grecia después de la decadencia del "óptimo
climático". Luego ellos reconstruyeron su mundo original, donde la Guerra
de Troya y muchos otros acontecimientos mitológicos habían ocurrido, en el
Mediterráneo; durante muchas generaciones fueron conservados los recuerdos de
la edad heroica y las hazañas realizadas por sus antepasados en su perdida
patria, y traspasados a las épocas siguientes. Esta clave permite que nosotros
abramos fácilmente muchas puertas que han estado fuertemente cerradas hasta
ahora, así como que consideremos la antiquísima cuestión de la diáspora
indoeuropea y el origen de la civilización griega desde una nueva perspectiva.
Desde antiguos tiempos, la geografía
homérica ha dado ocasión a problemas e incertidumbre. La conformidad de
ciudades, países e islas, que el poeta a menudo describe con minucioso detalle,
con tradicionales lugares del Mediterráneo es por lo general sólo parcial o
incluso inexistente. Encontramos varios casos en Estrabón (el geógrafo e
historiador griego, 63 a.C.—23 d.C.), quien, por ejemplo, no entiende por qué
la isla de Faros, situada justo al frente del puerto de Alejandría, en la Odisea
inexplicablemente parece estar a un día de navegación desde Egipto.
Está también la cuestión de la
localización de Ítaca, la cual, según indicaciones muy precisas encontradas en
la Odisea, es el punto más occidental en un archipiélago que incluye
tres islas principales, Duliquio, Same y Zacinto. Eso no corresponde a la
realidad geográfica de la Ítaca griega en el Mar Jónico, localizada al Norte de
Zacinto, al Este de Cefalonia y al Sur de Leucas. Y luego, ¿qué pasa con el
Peloponeso, descrito en ambos poemas como una llanura?.
En otras palabras, la geografía homérica
se refiere a un contexto con una toponimia con la cual estamos familiarizados,
pero que, si se la compara con la disposición física actual del mundo griego,
revela flagrantes anomalías, que son difíciles de explicar, aunque fuera sólo
debido a su persistencia en los dos poemas. Por ejemplo, el "extraño"
Peloponeso parece ser una llanura no de manera esporádica sino regular, y Duliquio,
la "Isla Larga" (en
griego, "dolichos" significa "largo")
localizada mediante Ítaca, es repetidamente mencionada no sólo en la Odisea sino
también en la Ilíada, pero nunca fue descubierta en el Mediterráneo.
Así, estamos confrontados con un mundo que parece realmente cerrado e
inaccesible, aparte de algunas convergencias ocasionales, aunque los nombres
sean familiares (esto, sin embargo, tiende a ser engañoso para resolver el
problema).
Una clave posible para penetrar finalmente
en ese desconcertante mundo es proporcionada por Plutarco (46—120 d.C.). En su
obra De Facie quae in Orbe Lunae Apparet (La Cara que Aparece en el
Círculo Lunar) él hace una declaración sorprendente: la isla de Ogigia
(donde Calipso retuvo a Odiseo antes de permitirle volver a Ítaca) está
localizada en el Norte del Océano Atlántico, "a cinco días de
navegación desde Gran Bretaña".
Las indicaciones de Plutarco nos conducen
a identificar Ogigia con una de las islas Faroe (donde también nos encontramos
con una isla con un nombre que parece griego: Mykines). Comenzando desde aquí,
la ruta hacia el Este, que Odiseo sigue (canto V de la Odisea) en su
viaje desde Ogigia a Esqueria, nos permite localizar a ésta, es decir la tierra
de los feacios, en la costa Sur de Noruega, en un área que calza perfectamente
con el relato de su llegada, donde los rastros arqueológicos de la Edad del
Bronce son abundantes. Además, mientras por una parte «sker» en nórdico
antiguo significa una «roca
de mar», por otra, en la narración de la llegada de Odiseo,
Homero presenta la inversión de la corriente del río (Odisea, V,
451-453), que es desconocida en el mundo del Mediterráneo pero que es típica de
los estuarios atlánticos durante la marea alta.
Desde allí los feacios llevaron a Odiseo a
Ítaca, localizada en el lejano extremo de un archipiélago, del cual Homero
habla con gran detalle. En este punto, una serie de precisos paralelos hace
posible identificar un grupo de islas danesas, al Sur del Mar Báltico, que
corresponden exactamente a todas las indicaciones de Homero. Realmente, el
Archipiélago del Sur de Fyn incluye tres islas principales: Langeland (la "Isla Larga", lo
que finalmente desvela el rompecabezas de la misteriosa isla de Duliquio), Aerø
(que corresponde perfectamente a la homérica Same) y Tåsinge (la antigua Zacinto).
La última isla en el archipiélago, localizada en dirección Oeste, "enfrentando
a la noche", es la Ítaca de Odiseo, ahora conocida como Lyø. Es
asombroso cuán estrechamente esto coincide con las indicaciones del poeta, no
sólo en su posición sino también en sus características topográficas y
morfológicas. Y aquí, entre este grupo de islas, también podemos identificar la
pequeña isla «en el estrecho entre Ítaca y Same», donde los pretendientes de Penelope trataron de emboscar a
Telémaco.
Además, Elis, es decir, una de las regiones del Peloponeso, es descrita
como estando frente a Duliquio, y es así fácilmente identificable con una parte
de la gran isla danesa de Zealand. Por lo tanto, ésta es el «Peloponeso»
original, es decir la "isla de Pelops", en el verdadero sentido de la
palabra "isla" ("nêsos",
en griego). Por otra parte, el Peloponeso griego (que está en una posición
similar en el Mar Egeo, es decir, en su lado Sudoeste) no es una isla, a pesar
de su nombre. Más aún, los detalles relatados en la Odisea en cuanto al
rápido viaje de Telémaco en carro desde Pilos a Lacedemonia, a lo largo «de una llanura productora de trigo»,
y la guerra entre pilios y epeos, como está relatada en el canto XI de la Ilíada,
siempre ha sido considerada inconsistente con la desigual geografía de Grecia,
mientras ellos calzan perfectamente con la plana isla de Zealand.
Miremos la región de Troya ahora. En la Ilíada está localizada a
lo largo del Mar Helesponto, el que es sistemáticamente descrito como "amplio" o incluso "ilimitado".
Podemos excluír, por lo tanto, el hecho de que se refiera al Estrecho de los
Dardanelos, donde está la ciudad encontrada por Schliemann. La identificación
de esa ciudad con la Troya de Homero todavía hace surgir fuertes dudas: sólo
tenemos que pensar en la crítica de Moses Finley en "El Mundo de
Odiseo". Es también notable que el sitio de Schliemann corresponda a
la localización de la Troya greco-romana; sin embargo, Estrabón niega categóricamente
que ésta sea identificable con la ciudad homérica (Geografía 13, 1, 27).
Por otra parte, el historiador medieval danés Saxo Gramático, en su Gesta
Danorum, a menudo menciona una población conocida como «helespónticos» y una región llamada Helesponto, que, bastante
extrañamente, parece estar localizada en el Este del Mar Báltico. ¿Podría ella
ser el Helesponto de Homero? Podemos identificarla con el Golfo de Finlandia,
que es la contraparte geográfica de los Dardanelos (ya que ambos están al Noreste
de sus respectivas cuencas). Desde Troya, como podemos deducir de un pasaje en
la Ilíada (XXI, 334-335), está al Noreste del mar (una razón adicional
para discutir la localización de Schliemann), de manera que parece razonable,
para esta investigación, mirar una región del Sur de Finlandia, donde el Golfo
de Finlandia se une al Mar Báltico.
En esa área, al Oeste de Helsinki, encontramos varios nombres de lugares
que asombrosamente se parecen a aquellos mencionados en la Ilíada y, en
particular, a aquellos dados a los aliados de los troyanos: Askainen (Ascanio),
Karjaa (Caria), Nästi (Nastes, el jefe de los carios), Lyökki (Licia), Tenala
(Tenedos), Kiila (Cilla), Raisio (Rhesus), Kiikoinen (los ciconios) etc. Hay
también un Padva, que nos recuerda a la Padua italiana, que fue fundada, según
la tradición, por el troyano Antenor y que está en Venecia (los
"Eneti" o "Veneti" eran aliados de los troyanos). Más aún,
los topónimos Tanttala y Sipilä (el mítico rey Tántalo, famoso por su tormento,
fue sepultado en el monte Sipylus) indican que este asunto no está sólo
limitado a la geografía homérica sino que parece extenderse al mundo entero de
la mitología griega.
¿Y qué hay acerca de Troya? Exactamente en el centro de esta área, a
mitad de camino entre Helsinki y Turku, descubrimos que la ciudad del rey
Príamo ha sobrevivido al saqueo e incendio realizado por los aqueos. Sus
características corresponden exactamente a aquellas que Homero nos transmitió:
el área montañosa que domina el valle con sus dos ríos, la llanura que
desciende hacia la costa, y las tierras altas en el fondo. Ha mantenido incluso
su propio nombre casi sin alterar durante todo este tiempo. Hoy, Toija es un
pacífico pueblo finlandés, inconsciente de su pasado glorioso y trágico.
Diversos viajes a esos lugares, desde el 11 de Julio de 1992 en
adelante, han confirmado la extraordinaria correspondencia existente entre las
descripciones de la Ilíada y el área que rodea a Toija. Lo que es más,
allí nos encontramos con muchos rastros significativos de la Edad del Bronce.
Increíblemente, hacia el mar encontramos un lugar llamado Aijala, que recuerda
la "playa" («aigialos»),
donde, según Homero, los aqueos instalaron sus barcos (Ilíada, XIV, 34).
La correspondencia se extiende a las áreas vecinas. Por ejemplo, a lo largo de
la costa sueca que está frente a Finlandia del Sur, 70 kilómetros al Norte de
Estocolmo, la larga y relativamente estrecha bahía de Norrtälje recuerda el
Aulis homérico, desde donde la flota aquea navegó hacia Troya. Hoy día, los
barcos parten de ahí hacia Finlandia, siguiendo el mismo curso antiguo. Ellos
pasan la isla de Lemland, cuyo nombre nos recuerda la antigua Lemnos, donde los
aqueos se detuvieron y abandonaron al héroe Filoctetes. Cerca está Åland, la
isla más grande del archipiélago homónimo, que probablemente coincide con
Samotracia, el mítico sitio de los misterios de la metalurgia.
El adyacente golfo de Botnia es fácilmente identificable con el Mar
Tracio de Homero, y con la antigua Tracia, que el poeta ubica al Noroeste de
Troya en el lado opuesto del mar, probablemente a lo largo de la costa sueca
del Norte y su interior (es notable que el Edda Menor identifique la
casa del dios Thor con Tracia). Más al Sur, fuera del golfo de Finlandia, la
isla de Hiiumaa, situada frente a la costa estonia, corresponde exactamente a
la Quíos de Homero, la cual, según la Odisea, estaba en el curso de
regreso de la flota aquea después de la guerra.
En resumen, aparte de los rasgos morfológicos de esa área, la posición
geográfica de la Troas finlandesa calza con las indicaciones de Homero como un
guante. Realmente, esto explica por qué una "espesa niebla" a
menudo caía sobre aquellos que luchaban en la llanura troyana, y el mar de
Odiseo nunca es tan brillante como el de las islas griegas, sino siempre como "vino oscuro" y "nebuloso". Cuando
viajamos por el mundo de Homero, experimentamos el duro clima que es típico del
mundo del Norte. En todas partes en los dos poemas el clima, con su niebla,
viento, lluvia, temperaturas frías y nieve (que cae sobre las llanuras y que
incluso llega hasta el mar), tiene poco en común con el clima del Mediterráneo;
además, el Sol y las temperaturas cálidas no son mencionados casi nunca.
Hay innumerables ejemplos de esto; por ejemplo, cuando Odiseo recuerda
un episodio de la guerra de Troya:
y lo congeló todo; entonces
la nieve comenzó a caer como escarcha helada
y el hielo se congeló en
nuestros escudos» (Odisea, XIV, 475-477).
En pocas palabras, la mayor parte del tiempo el clima es cambiante,
tanto, que un guerrero bélico vestido de bronce invoca un cielo despejado
durante la batalla (Ilíada, XVII, 643-646). Estamos en otros mundos
lejos de las tórridas tierras bajas anatolias. La manera en la cual los
personajes de Homero están vestidos está en perfecto acuerdo con esa clase de
clima. En la temporada de navegación ellos llevan puestas túnicas y pesadas
capas que ellos nunca se quitan, ni siquiera durante los banquetes. Ese atuendo
corresponde exactamente a los restos de vestimentas encontrados en tumbas
danesas de la Edad del Bronce, incluso con detalles tales como el broche
metálico que afirmaba la capa en el hombro (Odisea, XIX, 226). Además,
eso calza perfectamente con lo que Tácito declara acerca de la ropa germánica: «El traje para cada uno es una capa con una hebilla» («sagum
fibula consertum»; Germania, 17, 1).
Esta colocación en el Norte también explica la enorme anomalía de la
gran batalla que ocupa los libros centrales de la Ilíada. La batalla
dura dos días (Ilíada, XI, 86; XVI, 777) y una noche (Ilíada,
XVI, 567). El hecho de que la oscuridad no imponga un alto a los
enfrentamientos es incomprensible en el mundo del Mediterráneo, pero se hace
claro en un escenario báltico. Lo que permite que las tropas frescas de
Patroclo continúen luchando hasta el día siguiente, sin ninguna pausa, es la
pálida luz de la noche, que es típica de las latitudes altas durante el
solsticio de verano.
Esta interpretación —confirmada por el desbordamiento del río Escamandro
durante la siguiente batalla (en las regiones del Norte eso ocurre en Mayo o
Junio debido al deshielo)— permite que nosotros reconstruyamos las etapas de la
batalla entera en una manera coherente, disipando las perplejidades actuales e
interpretaciones forzadas. Además, logramos incluso escoger de un pasaje en la Ilíada
(VII, 433) la palabra griega usada para denominar las noches ligeramente
iluminadas típicas de las regiones localizadas cerca del Círculo Ártico: la
expresión «amphilyke nyx» es un verdadero "fósil lingüístico"
que, gracias al poema narrativo (epos) homérico, ha sobrevivido a la
migración de los aqueos a Europa del Sur.
Es también importante notar que las murallas troyanas, como las
describió Homero, aparecen como una especie de cerca rústica hecha de madera y
piedra, similar a los arcaicos recintos de madera del Norte (como las Murallas
del Kremlin hasta el siglo XV) mucho más que como las poderosas fortalezas
de las civilizaciones egeas. Troya, por lo tanto, no fue abandonada después de que los aqueos
la saquearon y la incendiaron, sino que fue reconstruída, como lo declara la Ilíada:
de modo que el poder de
Eneas gobernará a los troyanos ahora
y luego los hijos de sus
hijos y aquellos que vendrán más tarde» (Ilíada, XX, 306-308).
Por el contrario, el completamente
tendencioso, y mucho más reciente, relato de la huída de Eneas por vía marítima
desde la ciudad de Troya en llamas (un homenaje rendido a la familia del
Emperador Augusto, considerado un descendiente de Eneas) no está de ningún modo
relacionado con el verdadero destino del héroe troyano y su ciudad después de
la guerra. En cuanto a este Eneas (Æneas)
"finlandés", el primer rey de la dinastía que, según Homero, gobernó
a Troya después de la guerra (ése es un reino que, bajo Príamo, dominó un área
enorme en el Sur de Finlandia; Ilíada, XXIV, 544-546), sería muy tentador
suponer una relación entre su nombre y "Aeningia",
el nombre de Finlandia en tiempos romanos (Plinio, Historia Natural, IV,
96).
Es notable que los agricultores a menudo
se encuentren con reliquias de la Edad de Piedra y del Bronce en los campos que
rodean a Toija. Ésa es la prueba de asentamientos humanos en ese territorio
hace mucho miles de años. Además, en el área que rodea a Salo (sólo a 20
kilómetros de Toija), los arqueólogos han encontrado espléndidos especímenes de
espadas y puntas de lanzas que se remontan a la Edad del Bronce y que están
ahora exhibidas en el Museo Nacional de Helsinki. Esos descubrimientos
provienen de lugares de entierro, que incluyen túmulos hechos de grandes
montículos de piedras que pueden ser encontrados en lo alto de ciertas colinas,
que se elevan desde la llanura hoy, pero que, hace miles de años, cuando la
línea de la costa no estaba tan lejos como hoy en día, enfrentaban directamente
al mar. Esto está relacionado con un pasaje en la Ilíada, donde Héctor
desafía a un héroe aqueo a un duelo, prometiendo, en caso de victoria, devolver
el cadáver de su oponente
y erigir un montículo para
él en el amplio Helesponto,
y algún día uno de los
hombres que vendrán,
navegando en un barco de
muchos remos en el mar oscuro como el vino, dirá:
"Este es el montículo
de un hombre muerto en la Antigüedad,
él los excedió a todos pero
el renombrado Héctor lo mató"»
(Ilíada, VII, 85-90; la descripción de la tumba de
Aquiles en el último canto de la Odisea es análoga).
Esos montículos homéricos «en el amplio
Helesponto» y los de la Edad del Bronce cerca de Salo son notablemente
similares.
Examinemos el llamado Catálogo de las Naves del canto II de la Ilíada, que enumera
las veintinueve flotas aqueas que participaron en la Guerra de Troya, junto con
los nombres de sus capitanes y lugares de origen. Esa lista se despliega en una
dirección contraria al reloj, comenzando en Suecia Central, viajando a lo largo
de las costas bálticas y terminando en Finlandia. Si combinamos esto con los
datos contenidos en los dos poemas y en el resto de la mitología griega,
podemos reconstruír completamente el mundo aqueo alrededor del Mar Báltico,
donde, como lo confirma la arqueología, la Edad del Bronce estaba prosperando
en el 2º milenio a.C., favorecida por un clima más cálido que el de hoy.
En este nuevo contexto geográfico, el
universo entero que pertenece a Homero y a la mitología griega finalmente se revela
con su asombrosa consistencia. Por ejemplo, siguiendo la secuencia de dicho
Catálogo, inmediatamente localizamos Beocia (correspondiente al área alrededor
de Estocolmo). Aquí es fácil identificar la Tebas de Edipo y el mítico monte
Nisa (que nunca fue encontrado en el mundo griego), donde las Híades cuidaron
al bebé Dionisio. La Eubea de Homero coincide con la isla de hoy de Öland,
localizada fuera de la costa sueca en una posición similar a la de su
contraparte del Mediterráneo. La mítica Atenas, la tierra natal de Teseo, está
en la actual área de Karlskrona en el Sur de Suecia (esto explica por qué
Platón, en su diálogo Critias, se refiere a ella como ser una llanura
ondulante llena de ríos, lo que es totalmente ajeno a la escarpada morfología
de Grecia).
Las características de otras ciudades
aqueas, como Micenas o Calidón, como las ha descrito Homero, también parecen
completamente diferentes de aquellas de sus homófonas en suelo griego. En
particular, Micenas está en el sitio de Copenhagen de hoy, donde la isla de
Amager posiblemente recuerda su antiguo nombre y explica por qué estaba en
plural. Allí, en la plana isla de Zealand (es decir, el «Peloponeso» homérico),
podemos identificar fácilmente los reinos de Agamenón y Menelao, Arcadia, el río
Alfeo, y en particular, la Pilos del rey Néstor, cuya localización fue
considerada como un misterio incluso por los griegos antiguos. Al ambientar los
poemas de Homero en el Báltico, este antiquísimo rompecabezas también es
resuelto inmediatamente.
Más aún, es igualmente fácil
resolver el problema de la extraña frontera entre Argolis y Pilos, que es
mencionada en la Ilíada (IX, 153), pero que es "imposible" en
el mundo griego. Después del Peloponeso, el Catálogo menciona a Duliquio y
sigue con el archipiélago de Ítaca, que ya era identificado haciendo uso de las
indicaciones que proporciona la Odisea. De esta manera, somos capaces de
verificar la consistencia de la información contenida en los dos poemas así
como su congruencia con la geografía báltica. Después de Ítaca, la lista sigue
con los etolios, que recuerdan a los antiguos jutos. Ellos dieron su nombre a
Jutlandia, que actualmente está cerca de las islas Fyn del Sur. Homero menciona
(Ilíada, II, 638) a Pilene en las ciudades etolias, que corresponde a la
Plön de hoy, en Alemania del Norte, no lejos de Jutlandia. Frente a esa región,
en el Mar del Norte, está el nombre de Heligoland, una de las Islas Frisonas
del Norte que es, recuerda Helike, un santuario del dios Poseidón mencionado en
la Ilíada (es notable que un viejo nombre para Heligoland fuera
Fositesland, donde «Fosite», un
antiguo dios frisón, es prácticamente idéntico a Poseidón).
En cuanto a Creta, la «vasta
tierra» con «cien ciudades» y
muchos ríos, que nunca es mencionada como una isla por Homero, corresponde a la
región Pomerania en el área báltica del Sur, que se extiende desde la costa
alemana a la polaca. Esto explica por qué en las ricas producciones pictóricas
de la civilización minoica, que prosperó en la Creta Egea, no encontramos
ningún indicio de la mitología griega, y los barcos están muy escasamente
representados.
También sería tentador suponer una relación entre el nombre «Polska»
[Polonia, en polaco] y los pelasgos, los habitantes de la homérica Creta. En
este punto, también es fácil identificar Naxos (donde Teseo abandonó a Ariadna
en su viaje de vuelta desde "Creta" a "Atenas") con la isla
de Bornholm, situada entre Polonia y Suecia, donde la ciudad de Neksø todavía
recuerda el antiguo nombre de la isla. Igualmente, descubrimos que el «Río de Egipto» de la Odisea
probablemente coincide con el actual Vístula, revelando así el verdadero origen
del nombre que los griegos dieron a la tierra de los Faraones, conocida como «Kem» en el idioma local.
Esto explica la posición incongruente de la Tebas egipcia homérica, la
cual, según la Odisea, está localizada cerca del mar. Claramente la
capital egipcia, que por el contrario está a cientos de kilómetros del delta
del Nilo y que era originalmente conocida como Wò’se, fue rebautizada
por los aqueos con el nombre de una ciudad báltica, después de que ellos se
trasladaron bajando al Mediterráneo. La verdadera Tebas probablemente era la
Tczew actual, en el delta del Vístula. Al Norte de ésta, en el centro del Mar
Báltico, la isla de Fårö recuerda a la Faros homérica, que según la Odisea
está en medio del mar a un día de navegación desde "Egipto" (mientras
que la Faros del Mediterráneo no está siquiera a la distancia de una milla del
puerto de Alejandría). Aquí está la solución de otro rompecabezas de la
geografía homérica que tanto perturbó a Estrabón.
El Catálogo de las Naves luego
menciona a las repúblicas bálticas. Hellas está en la costa de la actual
Estonia, y por ello al lado del Helesponto homérico (es decir, «el Mar de
Helle»), el golfo de Finlandia de hoy. En esa área también está Kurland, el
país de los curios, que son los míticos curetes, vinculado a la adoración de
Zeus, donde se encuentra la figura de un dios supremo, a quien llaman Dievas en Lituania y Dievs en Letonia; en el folklore local
él presenta las características típicas del Zeus helénico (el genitivo del
nombre «Zeus» en griego es «Diòs»; Ilíada, I, 5). Además, el
idioma lituano tiene rasgos muy arcaicos y una notable afinidad con el antiguo
lenguaje indoeuropeo.
Fthía, la patria de Aquiles, está en las fértiles colinas del Sudeste de
Estonia, a lo largo de la frontera entre Letonia y Rusia, abarcando tan lejos
como al río ruso Velikaja y el lago de Pskov. Los mirmidones y ftianos vivieron
allí, gobernados por Aquiles y Protesilao (el primer capitán aqueo que cayó en
la guerra de Troya) respectivamente. Después, siguiendo con la secuencia,
alcanzamos la costa finlandesa, enfrentando el golfo de Botnia, donde
encontramos a Jolkka, que nos recuerda a Yolco, la mítica ciudad de Jasón. Más
al Norte, podemos también identificar la región de Olimpo, Estigia y Pieria en
la Laponia (Lapland) finlandesa (que a su vez recuerda a los lapitas homéricos,
es decir, los enemigos jurados de los centauros que también vivían en esa
área).
Esta localización de Pieria al Norte del Círculo Ártico es confirmada
por una aparente anomalía astronómica, vinculada al ciclo lunar, que se
encuentra en el homérico Himno a Hermes: eso sólo puede ser explicado
por la alta latitud. La «Casa de Hades»
estaba incluso más al Norte, en las heladas costas de la Carelia rusa: ahí
llegó Odiseo, representando sus viajes el último vestigio de rutas
prehistóricas en una Era que se caracterizó por un clima muy diferente al de
hoy.
En conclusión, de esta revisión del mundo báltico, encontramos su
asombrosa consecuencia con el Catálogo de
las Naves, que es, por lo tanto, una "fotografía" extraordinaria
de los pueblos de la temprana Edad del Bronce del Norte, así como de toda la
mitología griega. Es muy improbable que este inmenso número de paralelos
geográficos, climáticos, toponímicos y morfológicos deba ser adjudicado al mero
azar, incluso dejando aparte las flagrantes contradicciones que surgen de un
escenario en el Mediterráneo.
En cuanto a los viajes de Odiseo, después de la guerra de Troya, cuando
él está a punto de alcanzar Ítaca, una tormenta se lo lleva lejos de su mundo;
por dicha causa él tiene muchas aventuras en localidades fabulosas hasta que
llega a Ogigia, que es una de las islas Faroe. Esas aventuras, probablemente
tomadas de cuentos de antiguos marineros y elaboradas de nuevo por la fantasía
del poeta, representan la última memoria de las rutas de mar seguidas por los
antiguos navegantes de la Edad del Bronce del Norte, al salir del Báltico hacia
el Atlántico del Norte (donde fluye el "Río
Océano", es decir, la Corriente del Golfo), pero esas rutas se
hicieron irreconocibles debido a su transposición en un contexto totalmente
diferente.
Por ejemplo, la isla Eolia, gobernada por «el rey de los vientos», «el
hijo del Caballero», es una de las Shetland (tal vez Yell), donde hay
fuertes vientos y caballos ponis. Los cíclopes vivían en la costa de Noruega
(cerca de Tosenfjorden; el nombre de la madre de ellos es Toosa). Ellos
coinciden con los trolls del folklore noruego. La tierra de los
lestrigones estaba en la misma costa, hacia el Norte; Homero dice que allí los
días son muy largos (el famoso investigador Robert Graves coloca a los lestrigones
en el Norte de Noruega; además, en aquella área encontramos la isla de Lamøj,
que es probablemente la homérica Lamos). La isla de la bruja Circe —donde hay
claras alusiones al Sol de Medianoche (Odisea, X, 190-192) y a las
auroras boreales (Odisea, XII, 3-4), fenómenos típicos de las regiones
árticas— es una de las Lofoten, más allá del Círculo Artico. Caribdis es el
famoso remolino llamado Maelstrom, al Sur de la isla Moskenes (una de
las Lofoten).
Al Sur de Caribdis Odiseo encuentra la isla
Trinacia, que significa "tridente":
realmente, cerca del Maelstrom está Mosken, una isla de tres puntas. Las
Sirenas son encalladeros y bajíos, fuera de la cara occidental de las Lofoten,
ante el área del Maelstrom, que se hacen aún más peligrosos por la
niebla y el tamaño de las mareas. Los marineros podían ser atraídos por el
engañoso ruido de la turbulencia (el «Canto de las Sirenas» es una metáfora
similar al «kenningar» nórdico) en
las rocas medio escondidas, engañándose ellos mismos al creer que la tierra
estaba a mano, pero si ellos se acercaban, el naufragio en los escollos era
inevitable.
Además, podemos encontrar notables paralelos entre la mitología griega y
la nórdica: por ejemplo, Odiseo es similar a Ull, arquero y guerrero de la
mitología nórdica; Aegaeon, el gigante del mar (que dio su nombre al Mar Egeo)
es el homólogo de Aegir, el dios nórdico del mar, y Proteo, el Anciano del Mar
(que es un mítico pastor de focas, que vive en las profundidades del mar y es
capaz de predecir el futuro) es similar al "marmendill" (mencionado
por la Hàlfs Saga ok Hàlfsrekka y por el Landnàmabòk), una
criatura muy rara, que parece un hombre deforme con un cuerpo en forma de foca
debajo de la cintura, y que tiene el don de la profecía, pero que sólo habla
cuando a él le parece, tal como Proteo.
Por otra parte, hay notables analogías entre los barcos aqueos y los
vikingos: comparando los detalles de los barcos homéricos con los restos de los
barcos vikingos encontrados en la bahía de Roskilde, comprendemos que sus
características eran muy similares. Nos referimos a la quilla plana (uno deduce
esto de Odisea, XIII, 114), la doble proa (podemos deducir esto de la
expresión "amphiélissai" que Homero usa con frecuencia en
cuanto a su doble curva, es decir, en la popa y la proa), y el mástil
removible. Este último es un rasgo sofisticado típico de los barcos vikingos,
que era típico también de los barcos homéricos: muchos pasajes tanto en la Ilíada
(I, 434; I, 480) como en la Odisea (II, 424-425; VIII, 52) confirman sin
la más mínima duda que las operaciones de poner y sacar el mástil eran
acostumbradas al principio y al final de cada misión.
Hablando más en general, aparte de las respectivas mitologías, se
encuentran notables paralelos entre las costumbres de los aqueos y las de las
poblaciones de Europa del Norte, aunque ellos estén separados por casi 3.000
años. Los sistemas de relaciones sociales, intereses y estilos de vida del
mundo homérico y de la sociedad vikinga, a pesar de los años transcurridos, son
sorprendentemente similares. Por ejemplo, el «agorà», la asamblea
pública en el mundo homérico, corresponde al «thing» de los vikingos:
aquél era el momento político más importante en el manejo de la comunidad para
ambos pueblos. A su vez, Tácito nos informa que en su tiempo las poblaciones
del Norte realizaban asambleas públicas (Germania, cap. 11), que parecen
ser muy similares al «thing» (por lo tanto, al «agorà» también).
En pocas palabras, los paralelos entre los homéricos aqueos, que vivieron
durante la Edad del Bronce, los germanos del período romano, y los vikingos
medievales, dan testimonio de la continuidad del mundo del Norte a través de
las épocas.
Deberíamos notar que muchos pueblos homéricos, como los dánaos, los
pelasgos, los dorios, los curetes, los libios y los lapitas, cuyos rastros no
son encontrados en el Mediterráneo, probablemente todavía existen en el mundo
báltico: ellos encuentran sus actuales contrapartes en los daneses, polacos,
turingios, curlandeses, livonios y lapones (esta identificación es apoyada por
sus respectivas localizaciones geográficas). Además, ambos poemas mencionan a
los sintios, míticos habitantes de Lemnos que estaban vinculados al dios
herrero Hefesto (Ilíada, I, 594; Odisea, VIII, 294): el nombre de
ellos es exactamente el mismo que los Sinti
de hoy, es decir una tribu de gitanos, que tradicionalmente son obreros
metalúrgicos y caldereros. También notamos una posible relación entre los
"argivos", otro nombre para los aqueos, «argeioi» en griego,
es decir, (V)argeioi, considerando la pérdida habitual de la inicial V
(la «digamma») en el lenguaje homérico, y los "varegos"
(vikingos suecos).
En cuanto a los homéricos dánaos («Dànaioi» en griego, quienes eran
también aqueos), al comienzo de la Gesta Danorum Saxo Gramático declara
que «Dudon, que escribió una historia sobre Aquitania, cree que los daneses
deben sus orígenes y nombre a los dánaos» (I, I, 1). Esta comparación ha
sido interpretada hasta ahora como un medio para exaltar el origen de los daneses,
pero ahora uno podría comenzar a verlos bajo una nueva luz. Si todavía nos
extendemos a propósito del digamma, deberíamos considerar ahora la
relación entre las palabras griegas «areté» (valor) y «àte»
(falta o error) y sus homólogos latinos «virtus» y «vitium»
respectivamente (aparte de la inicial V, las vocales A e I a menudo son
intercambiables: por ejemplo, "ambush" [en inglés, emboscada]
corresponde al italiano "imboscata"). Aplicando la misma modificación
(es decir. A→VI) al nombre de los aqueos («Achaioi» en griego),
conseguimos la palabra "vikingos". En resumen, Argeioi, Danaioi y
Achaioi, es decir, los tres nombres principales que Homero da a los
pueblos que comprenden a los protagonistas de sus poemas, posiblemente llegaron
a los tiempos modernos como varegos, daneses y vikingos respectivamente (nunca
encontrados en el área del Mediterráneo, ni siquiera en la Antigüedad).
Aquí, por lo tanto, está "el secreto" que está escondido
dentro de los poemas de Homero y que es responsable de todas las rarezas de la
geografía homérica: la Guerra de Troya y los otros acontecimientos que la
mitología griega transmitió no estaban ambientados en el Mediterráneo sino en
el área báltica, es decir, en el primitivo hogar de los rubios y "de
largos cabellos" aqueos (la Odisea afirma que Odiseo era rubio;
XIII, 399; XIII, 431).
En cuanto a este tema, el distinguido erudito sueco profesor Martin P.
Nilsson da cuenta en sus obras de la existencia de una considerable evidencia
arqueológica descubierta en los sitios micénicos en Grecia, confirmando su
origen del Norte. Algunos ejemplos son: la existencia de una gran cantidad de
ámbar báltico en las tumbas micénicas más antiguas en Grecia (lo que no debe
ser atribuído al comercio, porque el ámbar es muy escaso en las tumbas minoicas
contemporáneas en Creta así como en tumbas posteriores en el continente); los
rasgos típicamente nórdicos de su arquitectura (el micénico megaron es
idéntico a la sala de los antiguos reyes escandinavos); la similitud de dos
losas de piedra encontradas en una tumba en Dendra con los menhires conocidos desde la Edad del Bronce de Europa Central; los
cráneos de tipo nórdico encontrados en la necrópolis de Kalkani, etcétera...
Además, el arte egeo y los restos escandinavos que se remontan a la Edad del
Bronce presentan una notable afinidad, por ejemplo, las figuras grabadas en la
tumba de Kivik en Suecia de una manera tal que un erudito del siglo XIX sugirió
que el monumento fue construído por los fenicios.
Otro signo de la presencia aquea en el mundo del Norte en un pasado muy
distante es una inscripción micénica encontrada en el complejo megalítico de
Stonehenge en el Sur de Inglaterra. Otros restos que revelaron la influencia
micénica fueron encontrados en la misma área ("cultura de Wessex"),
los que se remontan a un período que precede a la civilización micénica en
Grecia. Un rastro de contacto se encuentra en la Odisea, que menciona un
mercado para el bronce en el extranjero, en un país ultramarino llamado «Temese», nunca encontrado en el área
del Mediterráneo. Dado que el bronce es una aleación de cobre y estaño, que en
el Norte sólo se encuentra en Cornualles, es muy probable que el misterioso
Temese corresponda al río Thames, llamado «Tamesis»
o «Tamensim» en la Antigüedad. De
este modo, siguiendo a Homero, nos enteramos de que, durante la Edad del
Bronce, los antiguos escandinavos solían navegar al Temese-Támesis, «situado al otro lado del mar en un país
extranjero», para proveerse de bronce.
Esta teoría —que ha sido sometida ya a un control confirmatorio por
medio de inspecciones realizadas en los territorios involucrados, y que cumple
con la exigencia de Popper de la "falsabilidad"— soluciona muchos
otros problemas, como el atraso de la civilización homérica comparada con la
micénica; la ausencia de referencia a la mitología marinera y griega en el
mundo minoico-cretense; las inconsistencias existentes entre la morfología de
varias ciudades homéricas, como Micenas y Calidón, y sus homófonas griegas; los
absurdos acerca de las regiones del Peloponeso, y la distancia de los aliados
de los troyanos con respecto al área de los Dardanelos, etcétera.
También deberíamos notar que los bueyes tienen una suprema importancia en
el mundo homérico: ésta es la prueba adicional de que no estamos tratando con
un ambiente griego, indudablemente más conveniente para cabras que bueyes, sino
con uno del Norte. Además, en un ambiente griego uno esperaría un exceso de
cerámica, pero éste no es el caso: en ambos poemas la vajilla está hecha
únicamente de metal o madera, mientras que la cerámica está ausente. El poeta
habla de vasos de metal, por lo general de oro o plata. Por ejemplo, en el palacio de
Odiseo en Ítaca, «una
criada vino para verter agua desde un hermoso jarro de oro a una palangana de
plata» (Odisea, I, 136-137).
La gente vertía el vino «en copas de oro» (Odisea, III,
472) y «vasos de oro» (Odisea, I, 142). Lámparas (Odisea,
XIX, 34), alcuzas (Odisea, VI, 79) y urnas, como aquella que contenía
los huesos de Patroclo (Ilíada, XXIII, 253), estaban hechas de oro. Las
vasijas usadas para verter vino eran también de metal: cuando una de ellas caía
al suelo, en vez de romperse, «retumbaba» (Odisea, XVIII, 397).
En pocas palabras, por una parte, los poemas homéricos no mencionan ninguna
artesanía de cerámica, que es típica del mundo del Mediterráneo, pero, por
otra, ellos son sorprendentemente congruentes con el mundo del Norte, donde los
eruditos encuentran una estable y muy avanzada industria proporcionadora de
bronce, comparada con la de la cerámica, que era mucho más modesta. En cuanto a
los pobres, ellos usaban jarros de madera (Odisea, IX, 346; XVI, 52), es
decir, la forma más barata y más natural de recipiente, considerando la
abundancia de ese material en el Norte: Estonia y Letonia tienen una tradición
muy antigua de jarras de madera para la cerveza.
Por lo tanto, fue a lo largo de la costa báltica que ocurrieron los
acontecimientos de Homero, antes de la migración micénica hacia el Sur, en el
siglo XVI a.C. Ese período está cerca del final de un clima excepcionalmente
cálido que había durado varios miles de años, el "óptimo climático
post-glacial". Corresponde a la fase Atlántica del Holoceno, cuando las
temperaturas en Europa del Norte eran mucho más altas que hoy (en ese entonces
los bosques de anchas hojas alcanzaban al Círculo Artico y la tundra
desapareció incluso de las áreas más al Norte de Europa).
El "óptimo climático" alcanzó su cima alrededor de 2500 a.C. y
comenzó a caer alrededor de 2000 a.C. ("fase sub-boreal"), hasta que
llegó a su final algunos siglos más tarde. Es altamente probable que ésa fuera
la causa que obligó a los aqueos a trasladarse al Mediterráneo. Ellos
probablemente siguieron el río Dnieper bajando hasta el Mar Negro, tal como los
vikingos (cuya cultura es, desde muchos puntos de vista, muy similar) lo
hicieron muchos siglos más tarde. La civilización micénica, que no se originó
en Grecia, así nació y continuó prosperando desde el siglo XVI a.C., poco
después del cambio climático en Europa del Norte.
Los migrantes llevaron su cuerpo de poesía
épica (epos) y su geografía junto con ellos y atribuyeron los mismos
nombres que ellos habían dejado atrás en su patria perdida a los diversos
lugares donde ellos finalmente se asentaron. Esa herencia fue inmortalizada por
los poemas homéricos y la mitología griega (esta última perdió la memoria de la
gran migración del Norte probablemente después del colapso de la civilización
micénica, alrededor del siglo XII a.C., pero conservó un vago recuerdo de sus
vínculos "hiperbóreos"). Además, ellos rebautizaron con nombres
bálticos no sólo los nuevos países donde ellos se establecieron, sino también
otras regiones del Mediterráneo, como Libia, Creta y Egipto, creando de esa
manera un enorme "malentendido geográfico" que ha durado hasta ahora.
Las mencionadas transposiciones de topónimos del Norte fueron
ciertamente estimuladas, si no sugeridas, por una cierta similitud (que los
micénicos comprendieron debido a su inclinación a navegar por el mar) entre la
geografía báltica y la del Egeo: sólo tenemos que pensar en la analogía
Öland-Eubea o Zealand-Peloponeso (donde ellos se vieron obligados a forzar el
concepto de isla a fin de mantener la disposición original). La creciente
presencia de poblaciones de habla griega en la cuenca del Mediterráneo, con su
supremacía cultural y comercial, consolidó más tarde ese fenómeno, desde el
tiempo de la civilización micénica hasta el período helenístico-romano.
En resumen, además de las correspondencias geográficas, en favor de esta
teoría existe una notable concordancia temporal entre el final del "óptimo
climático" en Europa del Norte y el asentamiento de micénicos en el área
egea. También deberíamos señalar que un acontecimiento catastrófico sucedió en
ese tiempo: nos referimos a la erupción del volcán de Thera (Santorini),
alrededor del año 1630 a.C., que probablemente extinguió la civilización
minoica en Creta y que ciertamente tuvo severas consecuencias climáticas por
todo el mundo (rastros de ello fueron encontrados hasta en los anillos anuales
de árboles estadounidenses muy antiguos), dando ocasión a fenómenos
atmosféricos que deben haber aterrorizado a las civilizaciones de la Edad del
Bronce en Europa del Norte. Si consideramos que el "optimum" había comenzado a disminuír algunos siglos
antes, ese acontecimiento probablemente comenzó, o aceleró, el colapso final.
Ésa es la misma época del surgimiento de asentamientos arios, hicsos,
hititas y casitas en India, Egipto, Anatolia y Mesopotamia respectivamente. En
una palabra, el final del "óptimo climático" puede explicar la causa
de las migraciones contemporáneas de otras poblaciones indoeuropeas (de acuerdo
a una reciente investigación emprendida por el profesor Jahanshah Derakhshani
de la Universidad de Teherán, los hicsos muy probablemente pertenecen a la
familia indoeuropea). La patria original de los indoeuropeos estuvo
probablemente localizada en el más lejano Norte de Europa, cuando el clima era
mucho más cálido que el de hoy.
Sin embargo, por una parte G. B. Tilak en El Hogar Ártico de los
Vedas afirma el origen ártico de los arios, "primos" de los
aqueos, y por otra la mitología tanto irania como nórdica recuerdan que la
patria original fue destruída por el frío y el hielo. También es notable que,
de acuerdo a Tilak (en The Orion), la civilización aria original
floreció en el «período Oriónico», cuando la constelación de Orión marcaba el
equinoccio de primavera. Aquello sucedió en el período entre 4000 y 2500 a.C.,
correspondiente al auge del "óptimo climático".
También notamos la presencia de una población conocida como los Tocarios
en la cuenca de Tarim (China del Noroeste) desde el principio del 2º milenio
a.C. Ellos hablaban una lengua indoeuropea y eran altos, rubios y con rasgos
caucásicos. Esa datación nos proporciona aún otra confirmación de la cercana
relación entre la decadencia del "óptimo climático" y la diáspora
indoeuropea desde Escandinavia y otras regiones del Norte. En este cuadro, es
asombroso que la Edad del Bronce comience en China sólo entre los siglos XVIII
y XVI a.C. (dinastía Shang). Deberíamos destacar que la pictografía china que
indica al rey es llamada «wang», que
es muy similar al término homérico «anax»,
es decir, "el rey" (correspondiente a «wanax» en las tablillas micénicas llamadas Lineal B).
Por otra parte, los términos «Yin»
y «Yang» (que expresan dos principios
complementarios de la filosofía china: el Yin
es femenino, el Yang masculino) podrían
ser comparados con las raíces griegas "gyn"
y "andr"
respectivamente, que también se refieren a la "mujer" y al
"hombre" («anér
edé gyné», "hombre y
mujer", Odisea, VI, 184). Además, no es ninguna casualidad que
en ese período los pueblos de la estepa —los escitas, como los griegos solían
llamarlos— quienes eran rubios o pelirrojos, florecieran en el área donde
corren el Volga y el Dnieper, los ríos que desempeñaron un papel tan importante
como rutas de comercio y de tránsito entre Norte y Sur. Un pasaje de Heródoto
sobre el origen de los escitas confirma este cuadro: «Ellos dicen que 1.000 años pasaron
desde su origen y su primer rey Targitaos a la expedición de Darío contra
ellos» (Historia, IV, 7).
Por cuanto esa expedición se remonta a 514
a.C., su origen se remontaría así al siglo XVI a.C., es decir, a la época de la
migración micénica. Uno podría aventurarse a incluír en este cuadro también a
los olmecas. Ellos parecen haber alcanzado la costa Sur del Golfo de Méjico
aproximadamente en aquel mismo período; así, uno podría deducir que ellos eran
una población que había vivido antes en el extremo Norte de las Américas
(estando relacionados con la civilización indoeuropea por medio del Océano
Artico, que no estaba congelado entonces), y luego se dirigieron al Sur cuando
el clima colapsó (esto, por supuesto, podría ayudar a explicar ciertas
similitudes con el Viejo Mundo, aparte de otros contactos posibles).
Volviendo a Homero, esta reconstrucción no sólo explica la
extraordinaria coherencia entre el contexto báltico-escandinavo y el mundo de
Homero (comparado con todas las contradicciones, sobre las cuales los eruditos
griegos antiguos atormentaron sus cerebros en vano, que surgen cuando uno trata
de colocar la geografía homérica en el Mediterráneo), sino que también
clarifica por qué el mundo homérico era decididamente más arcaico que la
civilización micénica. Evidentemente, el contacto con las refinadas culturas
del Mediterráneo y orientales favoreció su rápida evolución, considerando además
su marcada inclinación al comercio y a los viajes por mar que impregna no sólo
los poemas homéricos sino también toda la mitología griega. Y adicionalmente,
esta tesis calza muy bien con la fuerte caracterización marinera de los
micénicos.
De hecho, los arqueólogos confirman que estos últimos habían estado
practicando intensamente la navegación marítima desde sus colonias en Grecia
(sus estaciones comerciales se encuentran en muchas costas del Mediterráneo).
Por lo tanto, ellos habían heredado una tradición que se remontaba a mucho
tiempo atrás, lo que implica que su tierra original estaba cerca del mar.
Además, las características nórdicas de su arquitectura y sus propios rasgos
físicos calzan perfectamente con los paralelos entre los mitos homéricos y los
nórdicos, que no sólo poseen características extremadamente arcaicas sino que
también son de una naturaleza indudablemente marinera. Esto es difícil de
explicar con las actuales hipótesis sobre el origen continental de los
indoeuropeos, mientras que los restos encontrados en Inglaterra corresponden
muy bien con la idea de una patria costera previa (al asociar esto con los
rasgos típicamente nórdicos de su arquitectura removemos cualquier duda en
cuanto a su lugar de origen).
Muchos signos demuestran la antigüedad de los dos poemas y su
incongruencia temporal con la cultura griega (esto también explica por qué
cualquier información confiable en cuanto al autor, o autores, de los poemas se
había perdido antes de los tiempos clásicos), mostrando que ellos de hecho
pertenecen a una civilización europea "bárbara", muy lejos del Egeo,
como ha sido señalado por eruditos autorizativos, tales como el profesor Stuart
Piggott en su obra Europa Antigua. Además, la datación con Radiocarbono,
corregida con la dendrocronología (es decir, la calibración de acuerdo a los
anillos de los árboles), ha cuestionado recientemente el dogma del origen
oriental de la civilización europea. El profesor Colin Renfrew describe las
consecuencias para la cronología tradicional:
«Estos cambios traen
consigo toda una serie de alarmantes reversiones en las relaciones
cronológicas. Las tumbas megalíticas de Europa occidental ahora han llegado a
ser más antiguas que las Pirámides o que las tumbas redondas de Creta, sus
supuestas predecesoras. Las tempranas culturas de los Balcanes que usaban
metales anteceden a Troya y a la temprana Edad del Bronce egea, de la que ellos
supuestamente derivaban. Y en Gran Bretaña, la estructura final de Stonehenge,
alguna vez considerada como la inspiración de la maestría arquitectónica
micénica, estaba completa bastante antes de que comenzara la civilización
micénica» (Before Civilization. The Radiocarbon Revolution and
Prehistoric Europe, cap. 4, "The Tree-Ring Calibration of
Radiocarbon").
Por
consiguiente, el profesor Colin Renfrew llega incluso a decir:
«El edificio entero cuidadosamente
construído se derrumba estrepitosamente, y el argumento de los libros de texto
estándares debe ser desechado» (Before Civilization, 1973, cap. 5, "El Colapso del Marco Tradicional").
Para concluír, esta
clave podría permitirnos abrir fácilmente muchas puertas que han estado
fuertemente cerradas hasta ahora, así como considerar la antiquísima cuestión
de la diáspora indoeuropea desde una nueva perspectiva.–
Continúa en
https://editorial-streicher.blogspot.com/2017/07/origenes-nordicos-de-la-iliada-y-la.html
Simplemente fascinante. Es increíble cómo todo lo que se plantea en este artículo calza tan perfectamente con las escrituras mencionadas.
ResponderEliminarSiempre es un placer leer temas tan interesantes como los que ustedes nos presentan en este blog...
Saludos.
Heil!