Fechado en Enero de 2004 en uno de los sitios que publica el siguiente
artículo de John Kaminski y que presentamos en castellano, con Bush, el 11-S y la invasión de Iraq en 2003 como
telón de fondo, reflexiona este texto (The
Race to the Rainbow Bridge) acerca de la relación entre la religión
establecida, la perversión del dinero, la industria de la guerra y la mitología
nórdica, fuera de considerar cómo han estado siendo recortadas las libertades
individuales por el monstruo que es el Estado secuestrado.
Mi primer instinto es decirle a usted que esto no tiene nada que ver con
acontecimientos, política o religión actuales; pero en efecto tiene que ver con
todos esos tres asuntos.
Mi segundo instinto es decir que el principio más importante en la
política humana es la separación de Iglesia y Estado, no para impedir que los
principios eternos y probados de todas las religiones beneficien a la Humanidad
sino simplemente para impedir las peleas y malentendidos acerca de
terminologías, que desvían todos los argumentos acerca de lo que permitirá a la
raza humana sobrevivir a sus propios repugnantes hábitos de sus frívolas
sutilezas sectarias.
Como especie, estamos a punto de pasar hacia un nuevo modo de vivir, de
existir, de organizar la sociedad humana en nuestro planeta. El viejo camino ha
fallado, de manera manifiesta. El poder acumulado en las manos de unos pocos
avaros no da origen a la beneficencia que "chorrea" desde arriba,
como los ricos innatos siguen insistiendo. Y no tenemos conocimiento de que una
democracia genuina pudiera conseguir un mayor grado de justicia, porque ninguna
democracia real ha sido alguna vez establecida. Pero sí sabemos de cierto que
el viejo sistema produce guerras interminables y tóxicos cementerios, de manera
que no valdría la pena intentar al menos una vez una democracia genuina.
La gente es incapaz de resistir a la corrupción material; cada uno tiene
un precio, más allá del cual su moralidad falla. Hemos abandonado, por lo
general, las exhortaciones de Jesús para amar a nuestros vecinos, en favor de
la falsa creencia de que el dinero puede inmunizarnos de la mortalidad.
¿Podemos idear nuevos mecanismos para vacunar mentalmente nuestras
mentes contra la tentación de la corrupción a nivel social? Por cuanto la
especie humana se precipita hacia un futuro de resultado incierto, esos
mecanismos deben centrarse indudablemente en la naturaleza del dinero. Más bien que seguir nuestro
curso actual hacia una sociedad de amos y esclavos más definitiva en la cual la
fuerza militar es la entidad definitoria, tenemos que encontrar un modo de
amplificar la prioridad psicológica de la moralidad y en consecuencia disminuír
la atracción de la egoísta avaricia.
Sé que esto suena como una especie de vana justificación de Mao Tse-Tung,
pero ¿no podemos canalizar de nuevo nuestros objetivos para la felicidad hacia
nuestras relaciones con otros más bien que tratar de conseguir juguetes para
nosotros mismos?.
Bien podría ser que una fusión de bancos e iglesias evolucione un día en
un dinero universal basado tanto en la moralidad como en el bienestar del
sistema, además del valor material relacionado únicamente con la supervivencia
y comodidad del individuo.
El capitalismo ha fracasado porque se basa en barrios marginales para
verter sus productos fallidos, así como en una fluidez no regulada en la cima
que constantemente nos reduce nuestros arruinados presupuestos. Un sistema
socialista nunca ha dejado de vencer las tentaciones del privilegio y la
autoridad, y la corrupción tiránica siempre ha evolucionado a partir de nobles
intenciones en favor de las masas hacia procesos administrativos de una
colectivizada riqueza libre de impuestos.
Ningún sistema de gobierno que haya sido ideado en este planeta ha
colocado realmente alguna vez el control de sus recursos en las manos de su
comunidad. La corrupción siempre ha prevalecido, y las mentes más rápidas
siempre han logrado arrancarse con el botín y han dejado a las masas pasando
hambre. La verdadera riqueza siempre permanece en las manos de unos pocos
privilegiados. No hay ningún ejemplo más claro de cómo nuestras religiones nos
han fallado. Todas ellas han sido sobornadas por autoridades seculares a cambio
del derecho, protegido por el Estado, de trasquilar a sus rebaños.
No podemos aspirar auténticamente a la
verdadera libertad mientras el suministro de dinero permanezca en las manos de
unos pocos hombres ricos. Mientras lo haga, tenemos cero poder sobre los
acontecimientos y procesos que controlan nuestras vidas.
Por supuesto, el dinero es una cosa
neutral. No tiene ningún valor intrínseco en sí mismo. Es el valor obvio lo que
ello representa, o la riqueza material que puede ser intercambiada, o
convertida en dinero.
Puede ser imposible vincular un elemento
moral al dinero, porque el mismo acto que vincularía su uso a los preceptos de
consenso de una sociedad que trata de ser moral colocaría necesariamente
límites a la libertad de elección que
probablemente la mayor parte de nosotros no podría soportar.
Así, al perfeccionar la naturaleza del
dinero como un camino posible para la creación de una sociedad más humana y
menos asesina, tendríamos probablemente que limitar nuestros objetivos a
examinar la práctica de la usura, y
luego más diligentemente identificar a aquellos
que realmente controlan el dinero, tareas que serán presumiblemente dos de
las más difíciles y escurridizas que la Humanidad haya emprendido alguna vez.
Aquella brillante maravilla tecnológica
llamada la Civilización Occidental ha sido construída completamente sobre la
usura. Sin la especulación del capital, ningún rascacielos habría sido
construído nunca. ¿Cuándo llegará el día, me pregunto, en que nos hagamos esta
pregunta: Son los rascacielos lo que queremos para expresar la excelencia de
nuestra civilización?. ¿Cuán buenos son los rascacielos? Ellos son
deslumbrantes monumentos a la avaricia, que no sirven para ningún propósito
aparte de impresionar e inspirar a aquellos que están camino a la explotación y
el engaño a costa de otros que tratan simplemente de vivir sus vidas.
¿Podría ser que un día cambiemos
voluntariamente nuestros rascacielos y nuestra usura por un sistema que
produzca comunidades felices y autosuficientes de modestos medios y virtudes,
más bien que deslumbrantes megalópolis
que impresionan desde la distancia porque usted no puede ver los cuerpos de la
gente sin hogar descomponiéndose y muriendo en sus callejones azotados por el
viento?.
Entonces surge la pregunta de quién
realmente controla el suministro de dinero, y por qué se trata de la misma gente generación tras generación.
¿Por qué 34 de los 43 Presidentes de EE.UU. [hasta George W.C. Bush] descienden
de Carlomagno, y por qué es que en cada elección son los amos de las finanzas
los que consiguen nominar a ambos candidatos alternativos? Si usted piensa que vive
en un país libre y que posee derecho a la libre expresión, usted lamentablemente
está equivocado.
El dinero gobierna al mundo. Mientras lo
haga, nunca podremos gobernarnos realmente a nosotros mismos.
Pero el dinero es sólo una pequeña parte
de la transición del hombre hacia un futuro más humano y funcional. Es un poco como
la calidad del aceite de motor para el motor colectivo de la Humanidad. ¿Y si
la riqueza realmente fuera acumulada en base a la clase de gente que podríamos ser, más bien que en lo que somos ahora, en base a la clase
de hegemonía material y de procedimientos que los individuos pueden ejercer
sobre una materia o proceso dados? En primer lugar, esa clase de sistema
monetario solucionaría todos nuestros problemas ambientales casi
inmediatamente.
Y el principal modo de sacar beneficios
durante los cinco mil años de la sociedad humana organizada —haciendo la
guerra— ciertamente disminuiría.
Si puedo seguir con la metáfora de
motor... Si el dinero es el aceite del motor, entonces la religión es el
combustible. El desempeño del motor —la gente que hace lo que necesita para
sobrevivir, prosperar y ser feliz— puede ser juzgado por la calidad de los
humos que salen por el tubo de escape colectivo de la Humanidad. En la mayor
parte de los casos, aquél es muy tóxico.
Y no sólo es tóxico, sino que muy
probablemente es tan dañino porque estamos usando el combustible incorrecto que
lo produce. No hablo aquí tanto de la comida (aunque seguramente el futuro nos
permitirá reestructurar radicalmente nuestras dietas en algo mucho más
sensible) como de las ideas que la religión imbuye en nuestras mentes.
Quizás la imagen del vaquero
estadounidense es la metáfora contemporánea perfecta para los seres humanos (o
tal vez eso es porque pasé la mayor parte de mi infancia temprana con una
pistola de plástico atada con correa a mi cintura aterrorizando tiendas de
comestibles del vecindario, aferrándome todo el tiempo al meñique de mi madre).
Con aquella arma en nuestras manos (un
símbolo de la potencia humana combinado con el valor tecnológico), nosotros podemos
conquistar lo salvaje, someter a asustadizos animales salvajes y eliminar a
aquellos seres que consideramos hostiles a nuestros propios intereses,
específicamente a aquellos salvajes indígenas cuya formación cultural hemos
considerado inferior a la nuestra.
Recibimos esas ideas directamente de la
religión, específicamente del Antiguo Testamento, en el cual un dios
colérico una y otra vez impulsa a sus fieles seguidores a borrar a los atroces
infieles simplemente porque ellos adoran a otros dioses, o en muchos casos
simplemente porque ellos no hablan el mismo idioma que la persona que tiene la
"pistola" más poderosa (aunque allá en los antiguos días aquélla
podría haber sido una lanza, o una espada).
Pero ahora, en el mundo atestado hasta el
desván con almas superfluas, el motivo del vaquero armado simplemente no
impresiona. El vaquero debe ser necesariamente sustituído. Pero ¿con qué?.
Los derechos individuales nunca
desaparecerán, no importa cómo ellos puedan ser adaptados por los requerimientos
del Estado. La principal piedra angular
de la vida social es la libertad individual, la elección consciente del propio
destino.
No importa cuán atestado llegue a estar
este planeta, aquello nunca será erradicado de nosotros, porque es instintivo.
Cada uno de nosotros posee su propio mundo de sueños individual.
No importa cuán afanosamente el Estado
trate de borrar ese deseo en los individuos, no tendrá éxito. El reconocimiento
de que cada ser humano es parte de una conciencia animal mucho más grande
—llámela la Ummah [= comunidad
(de creyentes en el Islam), en árabe], si prefiere— debe ser voluntario.
De otro modo, eso es tiranía y, por definición, no libertad individual.
Sin embargo, dicha comprensión le llegará
un día a cada uno. Está escrita en todos los libros santos, aunque por una
infinitud de nombres diferentes. Y a pesar de todo, en un contexto cierto, muy
importante, las religiones nos han conducido en la dirección incorrecta. Si no,
por otra parte, ¿por qué todas estas guerras?.
Permita que me explique. He notado, cuando
hablo con una persona que insiste en que ella es religiosa, la sensación de que
lo que realmente digo nunca puede entrar en el cerebro de aquella otra persona,
porque ella siempre interpreta mis palabras no de manera empírica y literal
sino en el contexto de su propio sistema de creencias. Así, la comunicación es
generalmente impedida cuando el receptor de un pensamiento de algún otro lo
traduce en la terminología de su propia perspectiva religiosa. Como es
evidenciado por la cantidad de lucha en el mundo, eso por lo general significa
una traducción errónea, un malentendido y un conflicto.
Además, la tendencia de la mayor parte de
las religiones a colgar una especie de cómodo concepto de vida futura como una zanahoria de cebo delante de sus potenciales
adherentes, hace más fácil movilizar a esos mismos lemmings como carne
de cañón en guerras de la elección de una Iglesia. Demonios, si usted muere,
usted sólo va al cielo, o regresa como algún otro. Esos conceptos aumentan la
propensión al asesinato, y no al revés, como insisten todos los hombres santos.
Para mí, estas dos razones son una
evidencia absoluta de la necesidad de separar Iglesia y Estado.
Central en esta desafortunada tendencia a
la confusión y el resentimiento en cualquier sociedad es el papel del medio
predominante de información, que hoy serían los medios informativos pero que en
el pasado habrían sido la Iglesia o el monarca, quienes habrían definido el
tipo de sociedad en la cual la gente vivía.
Como las necesidades de las personas en
general y las de la aristocracia que gobierna han de diferir necesariamente
(siendo esta última el explotador que recolecta, y las primeras las víctimas
que pagan), por lo tanto la información que ellos comunican y la percepción de
su existencia tienden a diferenciarse. Ejemplo: la clase campesina se referiría
a sus señores como ladrones que injustamente roban, y los señores considerarían
a sus siervos como meros granos en el cutis de su sociedad por otra parte
sonrosado). Por consiguiente, las medidas tomadas por aquellos que están en el
poder indefectiblemente ofenden a aquellos que carecen de poder, y la respuesta
del pobre y victimizado indudablemente produce los mismos sentimientos en
aquellos que se imaginan a sí mismos como pertenecientes a la aristocracia.
Me levanté de la cama esta mañana con la
palabra "bifurcación"
en la punta de mi lengua, ya que estaba pensando en estos dos divergentes hilos
de pensamiento —las perspectivas del rico y del pobre, de los que tienen y los
que no— dentro del actual contexto de progresiva tiranía que parece estar a
punto de sumergir al mundo entero. Tal vez fue porque miré demasiado las
superfluas celebraciones políticas después de los resultados por la televisión
ayer, demasiadas escenas de forzada alegría de partidarios de muchos
candidatos, afirmando todos una portentosa victoria en ese peculiar pequeño
ritual político.
Lo que me irritó bastante esta temporada
política es el completo y vergonzoso fracaso de la oposición política para
definir correcta y valientemente la colosal criminalidad de la actual
administración de Washington, en particular sus fracasos para notificar a todos
los estadounidenses que Estados Unidos está emprendiendo guerras y malgastando
las vidas de sus propios hijos en ataques injustificables contra gente inocente
en tierras lejanas. Peor aún, y lo que parece aún más lejos de suceder, es el
reconocimiento por parte del público estadounidense de que sus propios líderes
tramaron la tragedia conocida como el 11-S a fin de beneficiarse del
miedo frenético que produjeron esos engañosos ataques.
"Bifurcación"
es el acto de dividir algo en dos ramas. El pensamiento humano colectivo siempre ha estado dividido en
dos ramas: el dominador contra el impotente. Lo que veo ahora, y por qué
la palabra "bifurcación" tiene
importancia para mí, es que la verdad no está llegando a la gente. El cuadro
del mundo que es presentado por los medios noticiosos por todo el planeta simplemente
no es objetivamente correcto. La bifurcación
está creciendo en Estados Unidos, donde todo lo presentado en los medios de
comunicación es afirmado con respecto a un enemigo que ni siquiera existe como
una entidad separada del gobierno que supuestamente está luchando contra él.
Sin embargo esa fabricada razón fundamental es presentada diariamente como la
justificación para la violencia permanente y el robo continuado.
En el Estados Unidos del siglo XXI estamos
haciendo la guerra contra los fantasmas de nuestras propias mentiras, y nos
estamos matando a nosotros mismos debido a ello.
Créalo o no, este torpe intento de envolver dinero, medios de
comunicación y religión en el mismo pensamiento tiene un propósito. El objetivo
es decirle a usted que la bifurcación —esta diferencia de percepción entre la
gente corriente y los amos del dinero que manipulan nuestras vidas— está a
punto de destruír el mundo tal como lo conocemos.
Piense en los principales acontecimientos políticos de los pasados 15
años, sólo por el bien de la comprensión. En 1990 organizamos la Guerra del
Golfo después de primero atraer a Saddam Hussein, nuestro antiguo aliado y
lacayo de la CIA, a la invasión de Kuwait. Los cabecillas de Washington
realmente contrataron a una firma de relaciones públicas para tramar historias
espantosas sobre la maldad de las intenciones de Iraq como un modo de
justificar nuestra inmoral agresión.
Los medios de comunicación alabaron cómo Estados Unidos estaba
defendiendo la democracia en el Golfo Pérsico, pero la gente con un cerebro que
funciona comprendió que sólo estábamos defendiendo el derecho de ricos
elitistas a controlar más petróleo.
Un par de años más tarde tuvimos una explosión en el Centro Mundial
de Comercio. Se reveló más tarde, pero nunca fue ampliamente hecho público
—y ciertamente nunca extensamente conocido entre el público estadounidense—,
que un informante de la FBI intentó detener la explosión real de 1993 [1], pero
que sus "manejadores" permitieron que la operación siguiera, para el
objetivo de relaciones públicas de proferir calumnias contra los tontos árabes
reclutados por la CIA para ese complot cojo.
[1] http://www.serendipity.li/wot/adam.htm#fbi
Poco después de eso vino Waco [2], donde
casi 100 personas fueron quemadas hasta la muerte en una casa granjera de Texas
por las fuerzas armadas de nuestro país. Las historias posteriores, leídas por
demasiado pocos, revelaron que varias de aquellas personas habían sido muertas
a tiros. Los motivos de tal precipitado comportamiento nunca han sido
revelados, pero la gente comenzó a pensar dos veces acerca de grupos religiosos
escindidos.
[2] http://www.serendipity.li/waco.html
Y luego justo después de eso, el Edificio
Federal de la Ciudad de Oklahoma se desplomó, con la responsabilidad colocada
en una bomba de camión que ni siquiera derribó un árbol que estaba al lado del
vehículo. Pero ese demolido edificio y 168 muertos fueron usados como un
pretexto para recortar nuestras libertades civiles y hacer que aquellos
vigorosos individuos que abogan por la independencia aparecieran como
criminales por hablar de la libertad personal.
Y la Ciudad de Oklahoma, por supuesto, fue la prueba y ensayo para los 2.000
ó 3.000 estadounidenses asesinados en el Centro Mundial de Comercio [3], en el corazón de nuestra ciudad
más grande, siendo culpados de ese sucio hecho otra vez extranjeros de piel
morena, y provocando el acontecimiento una guerra masiva contra el mundo entero
así como la más seria represión contra las libertades individuales de los
ciudadanos estadounidenses en su historia.
[3] http://www.serendipity.li/wtc.htm
¿Puede usted ver la bifurcación?. ¿Puede usted percibir la diferencia
entre lo que realmente está sucediendo y los fabricados hechos que nos son
presentados por los predadores dominadores que controlan nuestro dinero y
nuestros procesos de pensamiento?.
Para mí, ésta es la gran oportunidad de examinar el asunto del 11-S.
Al comprender que esa asombrosa tragedia fue tramada por nuestros propios
líderes, se abre una ventana para ver cómo la política exterior estadounidense
siempre ha sido predadora. Mentiras han sido elaboradas como la justificación
para la conquista y el saqueo, y el pueblo estadounidense las ha comprado con
aire de suficiencia, predicando todo el tiempo la libertad y el destino
manifiesto. Ésta es la misma razón que ya usamos para matar a todos
aquellos indios.
Ahora bien, ya dije todo lo que tenía que decir al respecto. Estamos corriendo
hacia un punto decisivo. Acontecimientos tales como la degradación de la
biósfera, la centralización de la producción de alimentos, el uso de fármacos
de prescripción, la decadencia del capitalismo y la cada vez más sofisticada
evolución de las armas, nos están conduciendo todos hacia un punto de no retorno,
donde va a resultar algo realmente malo que no seremos capaces de deshacer. Y
esto está sucediendo debido a esta bifurcación en la percepción pública, donde
los periodistas que profesan ser objetivos son incapaces o reacios a admitir
que ellos han encubierto los verdaderos hechos sobre tantas cosas que ya no es
posible recuperar ninguna visión consensualmente auténtica de lo que realmente
nos está ocurriendo.
Estamos ahora en un punto trascendental en
el camino de la historia humana. Un camino, aquel en el que estamos, que está
pavimentado con oro. Recorrerlo en adelante significa más del asesinato,
tiranía y explotación que se han convertido en los sellos de la historia de
nuestra especie. El otro camino es suciedad pura, y, por extraño que parezca,
conduce a nosotros mismos y a un renovado entendimiento y apreciación de la
relación entre nosotros y el planeta que nos sustenta. La opción está clara: es
o la tiranía o la racionalidad. Escoja el oro o la suciedad. Es el clásico
trato con el diablo.
La mitología nórdica relata la historia
del Ragnarok, en el cual Loki, el dios engañador, representando a la
gente común del linaje antiguo, encuentra a Heimdall el Sacerdote, que
representa a todas las religiones piadosas y corruptas en el mundo, en una
batalla final sobre el Puente del Arco Iris, después de lo cual el mundo entero
es destruído. Típicamente, las redacciones de ese mito maltratado para nosotros
por transcriptores religiosos, a través de las épocas han representado a Loki
como el malhechor y a Heimdall como el piadoso sostenedor de la tradición.
Incluso desde las nieblas de la Prehistoria vemos esta engañosa bifurcación del
pensamiento y tergiversación de la intención por una búsqueda de beneficios y
poder que sofoca la innata búsqueda humana del auto-conocimiento.
Si
debemos evitar nuestro propio Ragnarok, cuyo espectro es inminente en un
mundo sitiado por municiones de uranio empobrecido, alimentos genéticamente
diseñados y fármacos productores de psicosis, debemos percibir la bifurcación,
debemos ver que lo que nuestros amos nos dicen está destinado a matarnos, no a
enriquecernos.
Estamos al borde del Armagedón. Esto no es ninguna exageración.
La curación de la enfermedad del dinero y el reconocimiento de que la
información del amo no es sino un dulce veneno, son los dos obstáculos
principales a lo que podría ser un futuro afortunado y fructífero para todos
nosotros, si sólo pudiéramos reconocer y des-toxificar aquellos obstáculos que
bloquean nuestro camino.
Por otra parte, en un día cercano, los dos protagonistas antiguos se
encontrarán, seguros de su deber, en aquel fatídico Puente del Arco Iris. Ahora
mismo la mejor conjetura es que el Puente del Arco Iris está localizado entre
Jerusalén y Ramala [en Cisjordania en Palestina]. Y, tal como en el Ragnarok,
la chispa que se encienda consumirá al mundo en llamas.–
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