Se publicó en theoccidentalobserver.net
el 26 y 27 de Diciembre pasado el siguiente artículo de Andrew Joyce
que ofrecemos en castellano. El siguiente
análisis —dice el autor— tiene que ver con el actual papel de la dominada por
los judíos "Cultura de la Crítica" en fomentar teorías y las
tendencias diseñadas para atomizar nuestra sociedad. En particular se enfoca en
el apoyo intelectual y político judío a lo sexualmente anormal y lo explica
como una extensión y un producto de la opinión de la Escuela de Frankfurt.
La
Sexología Judía y el Legado de la Escuela
de Frankfurt
por Andrew Joyce
Diciembre de 2015
"La moralidad
sexual —como la sociedad, en su forma extrema, la estadounidense, la define— me
parece muy despreciable. Abogo por una vida sexual incomparablemente más
libre" (Sigmund Freud, 1908).
"Habrá otras
formas además de nuestro matrimonio clásico... Experimentaremos un espectro más
amplio de formas socialmente aceptadas de vida sexual" (Volkmar
Sigusch, 2015).
Volkmar Sigusch (1940)
podría no ser un nombre familiar para los lectores, pero para aquellos
preocupados por el asalto moderno sobre las actitudes tradicionales en cuanto a
género y sexualidad, debiera serlo. Usted podría haber encontrado el término "cisgénero"
[cisgender, gente sexualmente normal, opuesto a "transgénero"
o "transexual"], una creación de Sigusch que está siendo usado
cada vez más en el discurso común. Para aquellos que no están familiarizados
con ese término, ha venido a sustituír a "normal", e incluso a
"heterosexual". Específicamente, el término se refiere a aquellos que
"sienten que hay una correspondencia entre su sexo asignado y el género
que ellos sienten que son. Usted es un cisgénero si su certificado de
nacimiento dice que usted es varón y usted se identifica como tal". El
objetivo detrás de la invención de una etiqueta tan extraña y complicada para
lo que es natural y sano es, por supuesto, diluír posteriormente la identidad
de las generaciones actuales y venideras, y convencernos a todos de que no
existe lo "normal" sino sólo posiciones diferentes dentro de un
espectro cada vez más colorido.
Mediante el
socavamiento del significado de lo que es ser varón y mujer, se debilita el
concepto sano de la familia. Y cuando el concepto sano de la familia poseído
por un grupo dado es socavado, aquel grupo es empujado cada vez más cerca al
genocidio mediante (usando el léxico de Naciones Unidas) "la
imposición deliberada de condiciones de vida calculadas para provocar su
destrucción física en todo o en parte", e "imponiendo medidas
destinadas a impedir nacimientos". La abundante cosecha de términos
como "cisgénero",
fabricados con alarmante frecuencia por los "sexólogos", ayuda a
reducir los matrimonios entre un hombre y una mujer y la crianza de niños
dentro de aquella unión, a una mera "opción" en un verdadero menú de
sexualidades, identidades de género y estructuras de familia posibles. En este
"estupendo nuevo mundo" [brave new world] no existe lo
"normal" o "ideal", ya que todos los "modelos"
son supuestamente válidos e iguales.
Esta
ideología, militante tanto en la teoría como en su ejecución, está en oposición
al hecho de que las sanas relaciones sexuales entre varones y mujeres están
hasta ahora por sobre las otras "opciones" como para representar una
diferencia (abismo, brecha), más bien que una gama o serie, en el
comportamiento humano. Como F. Roger Devlin ha señalado tan incisivamente, la
heterosexualidad es "el ciclo de vida natural de nuestra especie" (y
de todas las otras especies), mientras que el homosexualismo es simplemente "una
forma para unas pocas personas con gustos exóticos para conseguir el
orgasmo". Cualquier argumento de equivalencia debe necesariamente
estar ocupado con abstracciones interminables, en particular abstracciones que
rodean la naturaleza del amor romántico, a fin de alejar el debate de este
hecho biológico que lo involucra todo.
Del mismo modo que ya presenciamos el
enorme empuje para la "igualdad de matrimonio", también hemos
presenciado la reciente defensa de aquellos individuos que sufren de la
desafortunada ilusión de que ellos han nacido en el cuerpo equivocado. Mientras
el "trans-generismo"
es una severa enfermedad de acuerdo a cualquier definición del término, los
sanos y normales son ahora rebajados al mismo nivel que esas y otras personas
extremadamente disfuncionales. El relativismo cultural, una vez desplegado
tácticamente dentro de Occidente a fin de crear una paridad artificial entre la
grandeza occidental y los escasos logros de razas y culturas menos avanzadas,
está siendo desplegado ahora dentro de nuestra raza y cultura para crear
una paridad artificial entre el estilo de vida sano y los de los degenerados e
insanos. Muy similar a la promoción del arte
degenerado, el resultado final en ambos casos es el rebajamiento de lo sano
y superior, y el ascenso de lo deforme, lo enfermo y lo demente.
¿Pero quién precisamente está
introduciendo estos términos e ideas, y de esa manera diseñando un cambio
dramático de la sociedad occidental? En nuestra tentativa de contestar esta
pregunta, podríamos volver primero a Volkmar Sigusch. Sigusch, un alemán, es un
auto-denominado "sexólogo", médico y sociólogo. Como fundador y
co-editor del Zeitschrift für Sexualforschung (Diario para la
Investigación Sexual), y director del Institut für Sexualwissenschaft (Instituto
para la Ciencia Sexual) en la Universidad Goethe en Frankfurt entre 1973 y
2006, Sigusch ha sido descrito por Der Spiegel [1] como "uno de los principales pensadores detrás de la
revolución sexual de los años '60".
[1] http://www.spiegel.de/international/zeitgeist/sexologist-volkmar-sigusch-our-society-is-still-ignorant-about-sex-a-748632.html
Las razones de por qué el joven aspirante
a médico evolucionó hasta convertirse en un radical cultural son muy fáciles de
deducir. Después de huír de Alemania Oriental, Sigusch estudió medicina, psicología
y filosofía en Frankfurt. Yo postulo el argumento de que fue esta última
disciplina la que realmente formó a Sigusch y que más lo influyó para
determinar su futuro trabajo. Argumento esto porque él estudió filosofía bajo
nada menos que Max Horkheimer y Theodor Adorno, los cuales ambos hacia aquella
fecha habían retornado desde Estados Unidos y restablecido el conocido Instituto
de Frankfurt para la Investigación Social. Sigusch, un pionero de la
revolución sexual en curso, es un protegido de Escuela de Frankfurt.
El siguiente análisis
tiene que ver con el actual papel de la dominada por los judíos "Cultura
de la Crítica" en fomentar teorías y las tendencias diseñadas para
atomizar nuestra sociedad. En particular se enfoca en el apoyo intelectual y
político judío a lo sexualmente anormal y lo explica como una extensión y un
producto de la opinión de la Escuela de Frankfurt de que "el
singular rol del judaísmo en la Historia mundial fue justificar el concepto de
Diferencia contra las fuerzas homogeneizantes consideradas como representativas
de la esencia de la civilización occidental" [2]. Kevin MacDonald ha
notado que la Escuela de Frankfurt clasificó a las saludables normas
occidentales, los nacionalismos y las cercanas relaciones de familia como un
indicativo de desorden psiquiátrico.
Por contraste, en las últimas décadas del siglo XIX los intelectuales judíos
comenzaron a defender a los marginados e inconformistas de la sociedad occidental.
Usando a esos marginados, los intelectuales judíos pudieron emprender una
guerra delegada contra la homogeneidad occidental, y llevar a cabo una campaña
clandestina para la aceptación del pluralismo.
[2] K. MacDonald, "La Cultura
de la Crítica: Un Análisis Evolutivo de la Participación Judía en los
Movimientos Intelectuales y Políticos del Siglo XX", 2002, p. 161.
Al apoyar de manera sutil la posición de
los desviados sociales y sexuales, esos personajes judíos pudieron ganar
aceptación o invisibilidad en la sociedad recientemente atomizada, a la vez que
simultáneamente debilitaban la salud misma de la nación homogénea. Como ha
señalado MacDonald, la Escuela de Frankfurt ofreció una importante
prescripción para el mundo occidental enfermo: "el individualismo
radical y la aceptación del pluralismo. La gente tiene un derecho inherente a
ser diferente de otros y a ser aceptado por otros como diferente. En efecto,
llegar a diferenciarse de otros es alcanzar el nivel más alto de la
Humanidad" (Ibíd., p.
164). A partir de esto, en una sociedad que ha sucumbido a la
ideología de la Escuela de Frankfurt uno esperaría encontrar términos
interminables para identidades, géneros, opciones de estilos de vida,
camarillas y subculturas interminables.
Un excelente ejemplo de esta pesadilla que
se está convirtiendo en la realidad es uno de los últimos términos inventados
dentro de nuestra atomizada sociedad: Otherkin [Otra Familia]. Según Google,
Otherkin es gente que se identifica
como parcial o completamente no-humana. Algunos dicen que ellos son, en
espíritu, si no en cuerpo, no-humanos. En cualquier sociedad normal y sana
estas tonterías serían consideradas como pueriles o insanas, y ciertamente no
serían consentidas. Pero hoy, como consecuencia de la victoria de la Escuela
de Frankfurt, la comunidad Otherkin es sólo uno de los varios
crecientes reinos de lo estrafalario.
Igualmente, en una sociedad que ha
sucumbido a la ideología de la Escuela de Frankfurt uno esperaría
encontrar que aquellos más marcadamente diferentes de lo normal y sano serían
considerados como presuntos ejemplos de lo mejor de la Humanidad. Con respecto
a esto sólo tenemos que señalar la sorprendente y gratuita aprobación dada a
[el ex-atleta y figura televisiva] Bruce Jenner, y su nombramiento como "Mujer del Año" [Caitlyn
Jenner] por la revista Glamour. Estos acontecimientos deberían ser
correctamente vistos como el triunfo de la Escuela de Frankfurt. Sin
embargo, junto a la Escuela de Frankfurt y dentro de ella había diversas
otras corrientes intelectuales judías. Entre las más importantes estaban el
psicoanálisis freudiano y la sexología judía. Es a la retorcida y compleja
historia de esta última a la que ahora prestamos atención, y seguiremos su
camino desde sus orígenes más profundos a las actividades de Volkmar "Cisgender" Sugusch
en el presente. Es la historia de la planeada descomposición de una sociedad
alguna vez sana.
Sexología:
Sus Corrientes No-Judías
Al igual que varios protegidos de la Escuela
de Frankfurt, Volkmar Sigusch se encontró siendo conducido precozmente a
altas posiciones a una joven edad. En 1972 él se convirtió en el entonces
profesor alemán más joven de medicina en la Universidad de Frankfurt, cuando le
concedieron el primer profesorado de todos en "sexología". La
"disciplina" que es la sexología misma merece alguna discusión. En
primer lugar, no puede ser descrita como una "disciplina judía” de la
misma forma que el psicoanálisis puede serlo. Más bien, era una disciplina que
comenzó con raíces tanto judías como no-judías, siendo finalmente totalmente
cooptada por judíos y usada para la promoción de intereses judíos.
El primer estudio académico serio que
involucraba la patología sexual y la psiquiatría es generalmente atribuído al
psiquiatra austro-alemán Richard von Krafft-Ebing (1840-1902)
y su Psychopathia Sexualis (1886). En esa obra Krafft-Ebing clasificó al
homosexualismo como una perversión y "la mayor parte de los sexólogos
siguió su ejemplo considerándolo patológico" [3]. Uno de aquellos que
siguieron las indicaciones de Krafft-Ebing, y por consiguiente uno de los
fundadores de la sexología moderna, fue el inglés Henry Havelock Ellis
(1859-1939).
[3] E. Mancini, "Magnus Hirschfeld
y la Búsqueda de Libertad Sexual: Una Historia del Primer Movimiento
Internacional de Libertad Sexual", 2010, p. 7.
Havelock Ellis
Ellis promovió la variante no-judía de la sexología
basándose en las raíces de los anteriores escritos en lengua alemana acerca del
comportamiento sexual entre los humanos. Entre los más cruciales de esos
escritos tempranos estaban los de Von Krafft-Ebing. En Psychopathia Sexualis
el alemán marca las pautas y la estructura para las investigaciones no-judías
sobre el homosexualismo sosteniendo que esencialmente había cuatro etapas de la
"inversión sexual", su término para el homosexualismo [4]. La primera
etapa es una simple perversión del instinto sexual, que no resulta en ninguna
deformidad de la personalidad misma. Como un ejemplo de este tipo podríamos
señalar a contemporáneos como Douglas Murray [5] o Jack Donovan, que no exhiben
ningún rasgo de carácter perceptiblemente extraño más allá de la inversión de
su instinto sexual. La segunda etapa implica la defeminatio [des-femenización,
o pérdida del sentimiento sexual típicamente femenino en el homosexualismo de
la mujer] en la cual la personalidad entera del individuo experimenta un cambio
de disposición en armonía con el instinto sexual cambiado.
[5]
http://www.theoccidentalobserver.net/2015/11/douglas-murrays-warning-to-the-jewish-community/
En estos casos vemos a los tipos
afeminados y notoriamente pervertidos, que son los principales agentes de
enfermedades de transmisión sexual entre los invertidos. La tercera etapa
implica una transición a la metamorphosis sexualis paranoica, en
la cual el sujeto a veces sufre de la ilusión de que ha habido un cambio real
de sexo. Finalmente, Von Krafft-Ebing sostuvo que la cuarta etapa era la metamorphosis
sexualis paranoica completa, que implicaba ilusiones tan sistemáticas como
para cambiar de sexo. En esta categoría podemos colocar al ahora muy celebrado Bruce/Caitlyn Jenner.
Lo que unió a los tempranos investigadores
alemanes y a los ligeramente posteriores pioneros en lengua inglesa de estudios
similares fue la clasificación de esos comportamientos como desórdenes psicológicos. Adicionalmente,
esos estudios fueron realizados durante períodos en que los índices de
natalidad estaban disminuyendo y, como tal, dicho campo se mezcló más que un
poco con el de la eugenesia. Havelock Ellis mismo era el vicepresidente de la Sociedad
de Educación de Eugenesia, el precursor del Galton Institute. Ellis
tomó la obra posterior de Von Krafft-Ebing en su propio libro
Inversión Sexual (1901), en el cual sostuvo que los homosexuales y aquellos
que experimentaban la metamorphosis sexualis paranoica eran "sujetos
congénitos de anormalidad", y "sufrían intensamente de una
organización anormal". Ellis concordó con Von Krafft-Ebing en que tal
desorden era "un signo funcional de degeneración, como una
manifestación parcial de un estado neuropático y psicopático".
Ellis también fue más allá que Von
Krafft-Ebing al intentar explicar por qué el Estado debería esforzarse por
impedir que tales comportamientos llegaran a ser aceptados y se convirtieran en
un lugar común. En otras palabras, él se opuso a la cultura pública del
homosexualismo que se ha hecho cada vez más predominante desde la revolución
contra-cultural de los años '60. Tal como muchos comentaristas conservadores de
nuestros días, y en realidad como el Estado de Rusia hoy, Ellis sostuvo que la
inversión sexual era "orgánica" sólo en muy pocos casos, y que su
prevalencia podía ser exacerbada en una sociedad dada debido a factores
ambientales, en particular por la propaganda que sugería a la gente normal,
joven e impresionable que tales conductas y estilos de vida estaban de moda.
Uno de esos factores era la vida urbana misma que "presenta como algo
fácil la exhibición y satisfacción de esta y todas las otras formas de
perversión".
Además, aunque tanto Parménides como
Aristóteles sostuvieron que la herencia desempeñaba un papel grande en el
homosexualismo de los griegos, y muy especialmente entre los dorios, Ellis
sostuvo que la prevalencia de la inversión sexual en la sociedad griega estaba
arraigada más en el "instinto de rebaño" humano, y era debida más a
un "estado de sentimiento social que, aunque originado, inducía a una
gran proporción de la población corriente a adoptar el homosexualismo como una
moda". Una vez que una sociedad ha adoptado esa moda, ella contribuía
a la "desmoralización de la
virilidad de una nación", y era un signo de un inminente
colapso nacional o civilizacional hacia la decadencia y el abatimiento. El
objetivo era así evitar una situación en la cual tales conductas fueran
"normalizadas" y, de una forma más crucial, impedir que los comportamientos
asociados con esos desórdenes psicológicos se pudiesen de moda.
El
acercamiento de Ellis a la anormalidad de la inversión sexual estaba lejos de
ser totalitario. Él sostuvo que poco podría ser hecho para ayudar al invertido
congénito, pero que "la sana higiene social debería hacer difícil la
adquisición de la perversidad homosexual". Los homosexuales deberían
ser impedidos de entrar en estrecho contacto con niños, ya que los estudios de
Ellis mostraban que dicho impedimento reducía la incidencia de la "adquirida perversidad en otros"
mediante el abuso y la consiguiente perturbación psicológica. La adhesión
siquiera sólo a esa medida actuaría rápidamente para reducir el "homosexualismo
artificial entre la población general".
Ellis sostuvo que era cruel e indeseable
para la sociedad hacer actuar a los invertidos congénitos como aquellos que los
rodean, y que era especialmente indeseable para ellos ser animados a procrear.
Ellis recolectó datos que mostraban que los descendientes de los invertidos sexuales
tendían a constituír familias neuróticas y defectuosas. Ellis creía más bien
que los casos de inversión sexual pueden ser una forma de la Naturaleza para
comenzar a cerrar una rama defectuosa del árbol genealógico: "La
tendencia a la inversión sexual en familias excéntricas y neuróticas parece
simplemente ser el método misericordioso de la Naturaleza de terminar un
negocio que, desde el punto de vista de ella, ha dejado de ser
provechoso". Para los invertidos sexuales, según Ellis, "la
paternidad sigue siendo algo no aconsejable".
Para Ellis, los debates acerca de la
tolerancia del comportamiento homosexual deberían ser sacados de la esfera
moral y religiosa y situados directamente en la esfera de la demografía y la
salud nacional. Sin embargo, él notó que ambos ámbitos se superponían en
tiempos de crisis demográfica:
"Dondequiera que un aumento de la
población se convierte en una necesidad social fuertemente sentida —como
ocurrió entre los judíos en su exaltación de la vida familiar, y como lo fue
cuando las naciones europeas fueron constituídas—, el homosexualismo ha sido
considerado como un crimen, incluso castigable con la muerte. Los incas del
antiguo Perú, en la furia de su devastación, destruyeron incluso una ciudad
entera donde la sodomía había sido descubierta una vez" [6].
[6]
Para Ellis, como un evolucionista, un buen indicativo de la patología del
homosexualismo es que se trata de un callejón sin salida reproductivo. El
homosexualismo siempre ha sido un rompecabezas para los biólogos evolutivos
dado que la atracción sexual hacia el mismo sexo tendería a disminuír el éxito
reproductivo. Sin embargo, ya que el homosexualismo generalmente ha sido
estigmatizado en las sociedades históricas, los hombres con tendencias
homosexuales a menudo se casaban y procreaban a fin de evitar las penas de ser
públicamente homosexuales, siendo el ejemplo de Ellis del judaísmo ortodoxo un
caso ilustrativo, dadas las presiones muy intensas para tener hijos junto con
la condena oficial del homosexualismo en la sociedad judía tradicional. Aquello
tendería a conservar los genes del homosexualismo en la población, y quizá
incluso a provocar altos niveles de homosexualismo, como algunos observadores
han notado que es el caso entre los judíos. En el mundo contemporáneo donde el
homosexualismo se ha hecho mucho más aceptado, las presiones para contraer
matrimonio y formar familia han disminuído enormemente, constituyendo una
presión de selección contra la predisposición genética al homosexualismo.
Irónicamente, por lo tanto, la cultura pública del homosexualismo realmente
resulta en la selección contra la predisposición genética al homosexualismo,
incluso mientras (si Ellis está en lo correcto) anima a algunos a ser
homosexuales, quienes no estarían tan inclinados a ello si la cultura
mantuviera sus sanciones contra el homosexualismo.
Particularmente relevante para nuestra
sociedad contemporánea, Ellis también astutamente indicó que "parece
haber una cierta relación entre la reacción social contra el homosexualismo y
contra el infanticidio. Allí donde el primero es considerado de manera
permisiva y favorable, generalmente el otro también; y donde el homosexualismo
es erradicado, el infanticidio usualmente también". Los astutos
comentarios de Ellis acerca del contexto que está detrás de la proscripción
judía del homosexualismo, y el uso de violencia contra aquél por culturas
antiguas como los incas, requieren una reflexión adicional. Éste es
particularmente el caso, dado que hay una clase de invertidos dentro de nuestro
movimiento [nacionalista estadounidense] que publicitan su causa argumentando
débilmente que la antipatía hacia la inversión sexual se debe a la influencia
de la "moral judeo-cristiana" más bien que a preocupaciones
étnicamente universales relativas a la salud demográfica.
Esa preocupación demográfica era vital
para las interpretaciones y opiniones de los sexólogos no-judíos. Ya que el
homosexualismo, al que se le permitió propagarse mediante la moda, conducente a
la "perversión
adquirida" en los jóvenes, está socialmente unido a la aceptación
del aborto y el infanticidio, actúa para "frenar la población" y
debería por lo tanto ser controlado y puesto en cuarentena en un Estado que
desee mejorar su salud demográfica.
Los medios de cuarentena sugeridos por
Ellis no eran severos o irrazonables. La sociedad debería abstenerse de
aplastar al sujeto de la anormalidad con la vergüenza, sino que, en una
misteriosa premonición de los "Desfiles de Orgullo", él sostuvo que
la sociedad nunca debería permitir que los invertidos "hicieran burla
de su propia perversión en su cara y supusieran que ellos son de un mejor
material que el del rebaño vulgar". Ya que el callejón sin salida
genético que afrontaban los invertidos era, en opinión de Ellis, suficiente
castigo, la sociedad debería restringir su estrategia con respecto al
sexualmente anormal a la "protección de los miembros indefensos de la
sociedad contra los invertidos".
Esencialmente, el consejo de Ellis era
despenalizar la conducta de los invertidos y acabar con la vergüenza social que
los rodea, pero también impedir que los invertidos hicieran burla de su propia
anormalidad, y que tuvieran acceso físico, pedagógico o ideológico a los niños.
Tal era el enfoque de un amplio sector de la opinión en la sexología (no judía)
predominante hasta el período de la República de Weimar. Y ésta es en gran
parte la posición tomada por el Estado ruso hoy.
La investigación y las teorías sobre el
homosexualismo iniciadas por Krafft-Ebing y Ellis ya tienen más de un siglo, y
por lo tanto no hay ninguna razón para tomarlas como la verdad absoluta. Sin
embargo, esa línea de investigación, si hubiera conservado su predominio, bien
podría haber perpetuado una cultura pública adaptativa que privilegiara la heterosexualidad,
la vinculación entre varón y mujer, y la crianza de niños.
Había, sin embargo, otra línea de
pensamiento dentro del embrionario campo de la sexología, y es con esa línea
con la que la moderna tolerancia y la promoción de la delincuencia sexual
tienen su deuda más significativa. Dicha tendencia puede ser identificada como
un brebaje intelectual judío porque sus cuatro pensadores claves y activistas
étnicos fueron los psiquiatras judeo-alemanes del siglo XIX Albert Moll, Iwan
Bloch, Magnus Hirschfeld y Albert Eulenburg, con el apoyo eficiente de otras
figuras judías como Hermann Joseph Lowenstein, Julius Wolf, Max Marcuse y
Eduard Bernstein.
A pesar de algunos ocasionales desacuerdos
menores entre ellos, esos sexólogos y comentaristas sociales judíos estaban
unidos en el fomento de teorías de la inversión sexual que se alejaran de
interpretaciones que implicaran temas como degeneración, decadencia demográfica
y realidad biológica, y tendieran en cambio hacia abstracciones talmúdicas que implicaban la naturaleza
del amor romántico y la naturaleza supuestamente variable del género y el sexo.
Como uno podría predecir, al examinar todas sus obras se ve que hay una clara
preocupación por la necesidad de "tolerancia" y pluralismo social, por
la negación de la diferencia humana, y una oposición fanática contra la
tentativas no-judías de desarrollar la ciencia racial. Son las teorías y
maquinaciones específicas de esos individuos sobre las cuales ponemos ahora
nuestra atención.
Albert Moll
Albert Moll (1862-1939), quien continuaría
siendo "una gran influencia sobre Freud" [7], provenía de una
familia mercante judía polaca y "pertenecía a la comunidad religiosa
judía" [8]. Típico de su grupo etno-religioso, Moll frecuentemente
utilizaba su posición dentro del campo de la psicología médica para formar un
bloque de oposición contra las opiniones predominantes en la sociedad no-judía
del siglo XIX y de principios del XX. En efecto, grandes cantidades de judíos
tácticamente emboscaron a diversas disciplinas médicas durante ese período
precisamente por esa razón.
[7] F. J. Solloway, Freud, Biologist of the Mind: Beyond the
Psychoanalytic Legend,
Harvard, 1979, pp. 314-315.
[8]
V. Roelcke, Twentieth
Century Ethics of Human Subjects Research: Historical Perspectives, Stuttgart, 2004, p. 26.
La historiadora Elena Mancini escribe que "los
judíos inundaron la medicina durante ese tiempo no sólo por la posición social (que
otorgaba) sino también, en una época que presenció el florecimiento de la
ciencia racial, por la oportunidad de la auto-representación... La presencia de
judíos en el sector médico en general, y en la ciencia racial en particular,
permitió que ellos declararan la igualdad judía y muy a menudo su superioridad
moral" [9]. Con Berlín como el centro de la medicina alemana, y los
judíos componiendo un tercio de los médicos de la ciudad [10], la dominación y
reorientación de disciplinas enteras no sólo era factible sino
perturbadoramente fácil.
[9] E. Mancini, Magnus
Hirschfeld and the Quest for Sexual Freedom: A History of the First
International Sexual Freedom Movement, 2010, p. 29.
[10]
A. Killen, Berlin
Electropolis: Shock, Nerves and German Modernity, University of
California Press, 2006, p. 63.
Un
aspecto clave de la defensa de la igualdad judía y su superioridad moral fue la
defensa del pluralismo social, racial
y religioso hecha por los judíos. Esa posición a menudo entraba en conflicto
con los esfuerzos de los no-judíos para promover el nacionalismo, en particular
el nacionalismo basado en lo étnico, y con los esfuerzos correspondientes para
hacer frente a la decadencia social y cultural. Un tema universal en las obras
de Albert Moll eran los argumentos contra los intentos alemanes de
ajustar cuentas con la degeneración social y biológica de la época de fines del
Imperio y de la República de Weimar mediante programas eugenésicos. Por
ejemplo, en su Handbuch der Sexualwissenschaften (1911) Moll expresó [11]
la esperanza de que los proyectos planteados para los programas de
esterilización "no serían puestos en práctica y que nuestros
mejoradores de la raza no conseguirían demasiada influencia en nuestra
legislación".
Cuando la ciencia alemana a fines de los
años '20 se preocupó de la degeneración y la decadencia, gravitando más aún
hacia la eugenesia, Moll precedió a Boas en rechazar las conclusiones de la
genética del comportamiento, argumentando que "el hecho de que
encontremos tantas personas valiosas, a pesar de la carga hereditaria, es
causado por la regeneración en innumerables casos... Difícilmente podemos decir
alguna vez algo sobre la condición de la descendencia con alguna certeza en
absoluto". Moll era por lo tanto el médico judío quintaesencial: los intereses
políticos y étnicos nunca estuvieron lejos de su dudosa práctica de la
medicina.
Típico también de los intelectuales
judíos, Moll exhibió rasgos de personalidad muy agresivos y arremetedores, y
tenía un talento para la auto-promoción. Aunque él comenzara su carrera con un
foco en el hipnotismo, Moll no utilizó durante mucho tiempo esos rasgos para
ganar proximidad profesional a los expertos de la sexología, en particular a
Von Krafft-Ebing. Él entonces orquestó magistralmente su propio eclipse de Von
Krafft-Ebing hasta tal punto que Moll mismo llegó a ser considerado, y en gran
parte sigue siéndolo así, el pionero de dicho campo. Sin embargo, la actividad
de Moll en sexología fue mucho más allá que robar el foco de la atención
pública.
Desde el principio de su cambio hacia la
sexología él adoptó el mismo papel opositor que ocupó en relación a otras
tentativas alemanas de ajustar cuentas con la decadencia social. En particular,
Moll trabajó infatigablemente para persuadir a importantes investigadores
no-judíos como Von Krafft-Ebing para que rechazaran la idea de que la
anormalidad sexual era el resultado de un desorden biológico y psicológico. En
su libro Freud: Biólogo de la Mente, Frank J. Sulloway escribe que "la
decisión de Krafft-Ebing, hacia el cambio de siglo, para separar la doctrina de
la degeneración de la teoría del homosexualismo fue en respuesta al pensamiento
de su colega Moll, más joven y más crítico" [12]. Sin embargo, hay
razones significativas para dudar de la validez del cambio personal de
perspectiva de Krafft-Ebing, dado que las ediciones más pertinentes y
posteriores de Psychopathia Sexualis que mostraban ese cambio fueron de
hecho editadas nada menos que por Moll mismo. Volkmar Sigusch incluso escribe
que Moll "reconstruyó completamente dicha obra".
[12]
F. Solloway, Freud, Biologist of the Mind: Beyond the
Psychoanalytic Legend,
Harvard, 1979, p. 300.
El trabajo de
Moll se centró en el argumento de que había "identidades"
alternativas y válidas, y en cuanto tal, él sostuvo que el homosexualismo era
una "identidad sexual válida"
[13]. Mientras que los anteriores psiquiatras no-judíos observaron "características personales moralmente
ofensivas y a menudo despreciables" entre los invertidos sexuales
(incluída su tendencia a ser mentirosos, su veleidad, su amor a los chismes, y
su vanidad y envidia), Moll sostuvo en cambio que "los varones homosexuales no eran corruptos sino simplemente
afeminados" (Ibid.,
p. 156), que componían una especie de "tercer sexo”, una teoría que sería desarrollada
más tarde por su congénere étnico Magnus Hirschfeld.
[13] E. R. Dickson, Sex,
Freedom and Power in Imperial Germany, 1880-1914, Cambridge University Press, 2014, p.
155.
En "Sexo,
Libertad y Poder en la Alemania Imperial, 1880-1914" E. R. Dickson
comenta que las teorías de Moll fueron popularizadas y se les dio una
sustancial cobertura favorable en Alemania por parte de la prensa
socialdemócrata predominantemente judía durante el juicio a Oscar Wilde en Inglaterra
en 1895. (En cuanto a la escena contemporánea, véase "La Influencia
Mediática Judía como Decisiva en la Creación de una Cultura Pública Positiva
del Homosexualismo" de Brenton Sanderson [14]). Dickson escribe que "la
política pública hacia el homosexualismo fue también un asunto más que los
socialdemócratas pudieron usar para señalar la hipocresía de las costumbres
sexuales burguesas, y para explayarse en su propia alternativa naturalista. El
socialdemócrata Eduard Bernstein, por ejemplo, hizo precisamente aquello en su
reportaje para auditorios alemanes sobre el caso Wilde en Londres (donde
él vivía como periodista)" (Ibid., p. 157).
[14]
http://www.theoccidentalobserver.net/2015/07/the-indoctrination-game-part-2-jewish-media-influence-as-decisive-in-creating-a-positive-public-culture-of-homosexuality/
Magnus Hirschfeld
Más radical aún que Moll fue Magnus
Hirschfeld (1868-1935). Como Moll, Hirschfeld provenía de una familia de
comerciantes judíos y, también como Moll, él desarrolló teorías del
comportamiento social y sexual que equivalían a "la existencia de una
irreductible igualdad fundamental en los seres humanos" [15]. Elena Mancini
escribe que la judeidad de Hirschfeld era "un aspecto social y políticamente determinante de su vida"
(Ibid., p. 4).
Una característica común de su trabajo era el odio que él tenía hacia el
cristianismo. En realidad, su crítica de aquella religión se parecía en muchos
aspectos a la elaborada por Freud.
Para
Hirschfeld, el cristianismo era "esencialmente sado-masoquista, que se
deleita en el dolor de la renunciación ascética" (Ibid., p. 160). La civilización occidental por lo tanto había
estado "sometida a
exageraciones anti-hedonistas durante dos mil años",
cometiendo así una "auto-mutilación psíquica" (Ibid.). Era por lo tanto la
sociedad occidental, más bien que los homosexuales y otros marginales, la que
estaba enferma y degenerada, y la cura prescrita por Hirschfeld era el hedonismo
sexual y la aceptación de una amplia serie de "identidades" y "sexualidades".
Aunque proveniente de una comunidad judía muy unida, observante y poseída por
un odio imperecedero hacia el cristianismo, Hirschfeld abogó superficialmente
por una perspectiva "pan-humanística"
y era aficionado a declararse a sí mismo como "un ciudadano
mundial" (Ibid.,
p. 4). (Yo podría estar de acuerdo con Hirschfeld hasta cierto punto ya que él
me parece un ejemplo perfecto de lo que Henry Ford llamó un "judío
internacional").
Aunque había
pocas diferencias ideológicas entre Moll e Hirschfeld, sus egos chocaron y hubo
una sutil disparidad de enfoques. Mientras que Moll estaba contento de
publicitar sus ideas en libros y periódicos, el homosexual Hirschfeld estaba
absorto en una forma más directa de activismo en la lucha por hacer colapsar
las costumbres sociales y sexuales occidentales. Al igual que Eduard Bernstein,
el popularizador de Moll, Hirschfeld era un "socialista
y un miembro activo del Partido Socialdemócrata" (Ibid.).
Hirschfeld, descrito
por Mancini como "cosmopolita hasta la médula", esencialmente
creó las primeras "comunidades" homosexuales, comenzando en Berlín,
donde el hebreo "travestido"
(un término que él acuñó) era conocido como la "Tía Magnesia"
por los invertidos sexuales de la ciudad. Hirschfeld organizó a los
homosexuales, animándolos a exhibir abiertamente sus predilecciones y a
involucrarse en la creciente campaña por la "emancipación" que se
estaba desarrollando bajo los auspicios del Comité Humanitario Científico que
él había formado en 1897. Hirschfeld fue un pionero de la moderna táctica de
los "Guerreros de la Justicia Social" al instar a celebridades y
políticos prominentes a que añadieran sus nombres en apoyo de la campaña por la
"igualdad sexual".
Hirschfeld y sus
protegidos produjeron un enorme número de libros, manuscritos, informes y
folletos acerca de la sexualidad, el travestismo, el "transgenerismo" (otro término de Hirschfeld)
y los fetiches. Por medio de su trabajo con el Comité Humanitario Científico,
Hirschfeld publicó los 23 volúmenes del Anuario para los Intermediarios Sexuales, la primera
revista dedicada a "estudios homosexuales". El Instituto para la
Ciencia Sexual (Institut für Sexualwissenschaft) de Hirschfeld fue
la primera clínica de identidad de género del mundo, y su personal realizó las
primeras cirugías transexuales conocidas. Mediante el Instituto para la
Ciencia Sexual que él fundó en 1919, Hirschfeld también documentó miles de
casos de inversión sexual y posteriormente reforzó su teoría del "Tercer Sexo".
A pesar de las
etiquetas asignadas a sus comités y diarios, la obra de Hirschfeld descansaba
en gran parte sobre argumentos políticos más bien que en una legítima investigación
científica. El investigador Edward Dickson sostiene que el campo de Hirschfeld
estaba "caracterizado por argumentos no resueltos y a menudo
especulativos" [16]. Mientras que muchos de los primeros sexólogos
no-judíos tenían experiencia en zoología y comportamiento sexual de los
animales, particularmente primates, Hirschfeld rechazó tales interpretaciones
estrictamente biológicas o evolutivas de la conducta sexual humana. A partir de
esto, la metodología que él empleó estaba extremadamente cerca de la empleada
por Freud, esto es, la "ciencia" de las entrevistas a pacientes y del
razonamiento circular más bien que de la estadística y la observación empírica.
[16]
E. R. Dickson, Sex, Freedom and Power in Imperial
Germany, 1880-1914,
Cambridge University Press, 2014, p. 249.
A pesar de la bancarrota de
su ciencia, el dramático éxito del Comité en la movilización de grandes
sectores de la sociedad alemana y europea en beneficio de los homosexuales se
debió a la personalidad de Hirschfeld. Como Moll, él era un agitador agresivo e
implacable. Respetando pocos códigos sociales, él era el querido de los
socialdemócratas y el vituperado enemigo de los conservadores de Weimar (Hitler
se refirió a Hirschfeld como "el
judío más peligroso en Alemania"). Hacia finales de los
años '20 el activismo de Hirschfeld significó que la Alemania de Weimar veía al
homosexualismo menos como un desorden médico y un signo de degeneración que
como una importante causa célèbre.
La perversa bonanza
de Hirschfeld llegó a un final en 1933 cuando el 6 de Mayo las organizaciones
estudiantiles alemanas nacionalistas y las columnas de la Juventud Hitleriana
atacaron el Instituto para la Ciencia Sexual. La biblioteca del
Instituto fue liquidada y sus contenidos usados en una quema de libros el 10 de
Mayo. Los jóvenes también imprimieron y difundieron carteles que llevaban la
cara de Hirschfeld completa con la descripción: "Protector y Promotor
de aberraciones sexuales patológicas; también en su aspecto físico
probablemente el más repugnante de todos los monstruos judíos". Hirschfeld
había estado en una gira internacional de charlas desde 1931. Él vivió en el
exilio en Francia hasta su muerte en 1935.
En términos de
teoría, Hirschfeld había "subvertido
la noción de que el amor romántico debería estar orientado hacia la
reproducción", argumentando en cambio en favor de la aceptación de
estilos de vida homosexuales y relaciones sexuales hedonistas y no
reproductivas en general (Ibid.,
p. 7). Un elemento clave de la teoría de Hirschfeld era el despliegue del "amor como un arma primaria en su
campaña ética y filosófica para la liberación de las relaciones entre el mismo
sexo" (Ibid.,
p. 5). Sin embargo, el amor como concepto fue alterado por Hirschfeld, quien lo
imbuyó de cualidades transcendentales y cósmicas en un esfuerzo para
distanciarlo tanto como fuera posible de los impulsos biológicos y
reproductivos. Mancini escribe que "la idea de que el amor tenía el
potencial no sólo para elevar al individuo sino para enriquecer la misión más
amplia de la Humanidad, fue expresada en la condena de Hirschfeld a las teorías
de la higiene racial y su llamado a un Pan-humanismo para extinguir el odio
entre naciones y razas" (Ibid., p. 6).
Tal romántica
teorización, por supuesto, tenía poco que ver con el contenido real de los
estudios sexológicos de los sexualmente invertidos, donde el amor figuraba
considerablemente menos que la pederastia, la promiscuidad y la enfermedad.
Pero ella fue la idea y el "sentimiento" que más importó en la
creación de un movimiento homosexual y del apoyo público detrás de ello. Como
estrategia, correspondía perfectamente con los esfuerzos para conseguir la
"emancipación judía". A este respecto Richard Wagner lo dijo más
astuta y sucintamente cuando él escribió que
"Cuando
luchábamos por la emancipación de los judíos éramos realmente más los campeones
de un principio abstracto que de un caso concreto... Nuestro celo por los
derechos civiles iguales para los judíos era mucho más la consecuencia de una idea
general que de alguna simpatía real; porque, con todo nuestro hablar y escribir
en favor de la emancipación judía, siempre nos sentimos instintivamente
repelidos por cualquier contacto real y funcional con ellos".
Uno podría substituír
fácilmente "homosexuales" por "judíos" y conseguir una
percepción significativa de los procesos psicológicos básicos en juego, siendo
la "idea general" de Hirschfeld una abstracción florida del amor
alrededor de la cual pueden gravitar quienes siguen las modas y los fácilmente
engañables. No puede enfatizarse lo suficiente que los judíos han sido muy
expertos en enmarcar sus argumentos en términos emocionales o morales que
parecen tener un atractivo único sobre las conciencias de los europeos, y tales
estrategias son muy difíciles de remover. Uno sólo necesita reconocer que el
trabajo de Hirschfeld en este aspecto retiene una gran potencia en el presente,
con el reciente debate de la "igualdad de matrimonio" que claramente
esquiva los imperativos biológicos y sociales en favor de falacias sensibleras
de tipo Hirschfeld sobre el "amor".
Iwan Bloch y Albert Eulenburg
El uso de Hirschfeld del concepto del amor
convertido en arma era en sí mismo una herencia del "mentor
científico" de Hirschfeld y congénere racial Iwan Bloch (1872-1922). Como
Moll y Hirschfeld, Bloch no tenía ninguna experiencia en zoología, estudios
evolutivos o comportamiento animal. Formado como un dermatólogo, Bloch también
fue atraído a la causa de las "minorías sexuales" y se convirtió en
un ardiente defensor de ellas. Él se unió a Moll y Hirschfeld en el ataque
contra el consenso no-judío de que la inversión sexual era patológica, y acuñó
el término Sexualwissenschaft o Sexología para dar respetabilidad
académica y médica a lo que era esencialmente una reacción intelectual judía contra los esfuerzos no-judíos para
clasificar las patologías sociales y sexuales dañinas.
Él fue también un incisivo promotor de la
perversión y la pornografía. Él fue el "descubridor" del manuscrito
del Marqués de Sade de "Los 120 Días de Sodoma", que
se creía que se había perdido, y lo publicó bajo el seudónimo de Eugène Dühren
en 1904. En 1899 él había publicado "Marqués de Sade: Su Vida y
Obras" bajo el mismo seudónimo. En 1906 él escribió el libro La
Vida Sexual de Nuestro Tiempo en sus Relaciones con la Civilización Moderna,
gracias al cual él ganó los elogios de Sigmund Freud por atacar las costumbres
sexuales "burguesas" (no-judías), por atacar la percepción de los
invertidos sexuales como patológicos, y por llamar a los europeos a adoptar una
vida sexual más pluralista y hedonista.
Cuando Moll, Hirschfeld y Bloch
esencialmente habían cooptado y redirigido el estudio del comportamiento sexual
humano, los judíos estaban inundando la nueva "disciplina" en cantidades
crecientes. Albert Eulenburg (1840-1917), con una formación en neurología y
electroterapia, comenzó a formarse a sí mismo como un sexólogo. Con Bloch y Max
Marcuse (1877-1963) él co-editó el Zeitschrift für Sexualwissenschaft (Diario
para la Sexología), y con Hirschfeld co-fundó la Sociedad de Berlín para
la Ciencia Sexual y la Eugenesia [17]. El aspecto de eugenesia del nombre
de la sociedad era por supuesto una astuta pieza de engaño, destinada a
congraciarla con las sociedades eugenésicas no-judías, para los objetivos de
una eventual subversión con ideas oposicionistas judías. Tampoco la táctica era
nueva. Eulenburg, Hirschfeld y Moll afirmaron todos ser eugenetistas pero, tal
como con la Liga Alemana para el Mejoramiento de la Gente y el Estudio de la
Herencia, dominada por los judíos, los astutos nacionalistas percibieron la
tentativa de co-optación desde dentro, y todos fueron atacados por el editor
nacionalsocialista Julius F. Lehmann como "parte de una planificada
subversión de parte de los judíos de Berlín" [18].
[17] A. Killen, Berlin Electropolis: Shock, Nerves and
German Modernity,
University of California Press, 2006, p. 63.
Pero el
tiempo para los sexólogos comenzaba a acabarse. Después de la destrucción del Instituto
para la Ciencia Sexual de Hirschfeld en 1933, la lista de activistas
homosexuales conservada por la organización de Hirschfeld cayó en las manos de
la policía, tras lo cual se asistió al procesamiento de miles de invertidos
sexuales bajo los Códigos Penales, y al posterior internamiento de esos
individuos en campos de concentración. Los diarios y las organizaciones de
sexólogos judíos fueron gradualmente cerrados hasta que en 1938 el control
judío sobre varias disciplinas fue categóricamente roto cuando las leyes de
Núremberg despojaron a miles de médicos judíos de sus licencias.
Albert Moll, alguna vez el arrogante
promotor de la degeneración, estaba entre aquellos que perdieron su licencia
médica y que quedaron así prohibidos de ejercer la profesión médica. Él fue
obligado a adoptar Israel como su segundo nombre de pila. En una de las
extrañas coincidencias que la Historia a veces nos presenta, él moriría solo y
empobrecido el mismo día que su compañero guerrero contra los europeos, Sigmund
Freud. Bautizado (en el cristianismo) por conveniencia social en la década de
1890, le fue rechazado el acceso al cementerio de su iglesia local; el
"pastor" responsable rechazó hablar ante la tumba de Moll.
Volkmar Sigusch
La sexología judía, parecía, estaba al
borde de la extinción. Pero viviría en el exilio, junto con otras doctrinas
venenosas, con la Escuela de Frankfurt. Después de la guerra ella retornaría,
con Horkheimer y Adorno, a Frankfurt, donde el Instituto para la Ciencia
Sexual de Hirschfeld sería restablecido y luego conducido por su protegido Volkmar
Sigusch. Desde que asumió el liderazgo del Instituto, Sigusch ha actuado como un teórico y un experto en
cuestiones de política social, y ha desempeñado un papel fundamental en la
liberalización de las leyes de Alemania que castigan el homosexualismo.
Hasta 2006
Sigusch dirigió el Instituto para la Ciencia Sexual de la Universidad de
Frankfurt y su clínica de medicina sexual asociada. En 2005 él publicó Neo-Sexualidad:
Sobre el Cambio Cultural del Amor y la Perversión. A principios de Marzo de
2011 él publicó su nuevo libro Búsqueda de la Libertad Sexual. A pesar
de su pertenencia étnica no-judía, esos trabajos revelan que él es el hijo
espiritual e ideológico de Moll, Bloch, Hirschfeld y Eulenburg.
Contemplando el
paisaje social y cultural contemporáneo en la sociedad occidental, vemos un
apartamiento mucho más radical de las medidas propugnadas por Ellis, uno de los
padres fundadores de la Sexología. Y más de un siglo después de los primeros
esfuerzos de Moll para provocar una revolución sexual, nos encontramos una vez
más luchando con la hidra de la sexología judía. Como ya se insinuó, el moderno
Estado ruso ha llegado probablemente más cerca de la implementación de medidas
de acuerdo con las recomendaciones de Ellis. Las relaciones homosexuales fueron
despenalizadas en 1993, pero el Estado ha rechazado sistemáticamente el permiso
para desfiles de "Orgullo" (el "hacer
burla" contra el cual advirtió Ellis).
Más importante aún,
desde 2006 Rusia también ha introducido una legislación que restringe la
distribución de materiales que promueven estilos de vida y comportamientos
sexualmente invertidos entre los niños como una extensión de las existentes
leyes de protección a ellos. Las parejas homosexuales no pueden adoptar hijos y
no pueden casarse. Si bien Rusia ha sido duramente criticada e incluso multada
por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por esas medidas, el país es
todavía notablemente clemente según los estándares de Ellis. A homosexuales
solos se les permite adoptar hijos, la inversión sexual dejó de ser clasificada
como una enfermedad mental en 1999, y a aquellos que sufren de metamorphosis
sexualis paranoica se les ha permitido la cirugía y el cambio de su género
legal desde 1997. Uno sospecha que Rusia seguirá siendo retratada como un
espantajo de los "derechos civiles" por los sexólogos y sus agentes
hasta que ella se haya alineado con el zeitgeist pluralista.
Para concluír, puede valer la pena
comentar acerca de la discusión de la deseabilidad de que haya homosexuales en
el movimiento nacionalista. Hablo por mí mismo cuando aconsejo contra la
participación de invertidos sexuales en el movimiento. Ya que los argumentos a
favor de tal participación han sido desarrollados, me parece que es simplemente
justo que el argumento opuesto también deba ser considerado. En este movimiento
estamos preocupados por una buena forma racial, biológica y demográfica, y la
clave para eso es la preservación de normas tradicionales en cuanto a
matrimonio y relaciones entre los sexos. No puede haber ninguna distracción de
este foco, y ninguna concesión por ninguna razón. Veo cualquier argumento en
contrario como un mero eco de las afirmaciones de Moll y otros de que ellos
eran "eugenetistas". No puede haber ninguna subversión aquí. En esta
época de promiscuidad, hedonismo, aborto e inminente olvido demográfico, nuestro
futuro depende de ello.–
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