El doctor Alexander Jacob (India, 1954) estudió en la Universidad de Madrás,
posteriormente Literatura inglesa en la universidad de Leeds (Inglaterra) y finalmente
en la estatal de Pennsylvania (EE.UU.), donde obtuvo su doctorado en Historia
del Pensamiento; ha publicado libros sobre filosofía política y filosofía
natural, y ha sido profesor de ciencias políticas, filosofía y religión en la
Universidad de Toronto. El siguiente texto suyo que presentamos en castellano fue
publicado en 2011 en westerndestiny.com
y se trata de una conferencia dada en el IONA (Islands of the North Atlantic) London Forum, un examen de un
aspecto poco difundido del filósofo y economista alemán Eugen Dühring
(1833-1921), de su abordamiento del problema judío en la Alemania del siglo XIX
y sus tajantes medidas propuestas. El señor Jacob hace aquí diversas conexiones
de dichas ideas con diversos otros pensadores y hombres de acción.
Eugen Dühring y
la "Cuestión Judía"
por Alexander Jacob
7 de Octubre de 2011
La perturbación radical de la sociedad
europea por medio de la creciente influencia y poder de los judíos después de
su emancipación en Alemania a mediados del siglo XIX es atestiguada por la
publicación de una avalancha de libros en Alemania hacia el final del siglo que
hablan de los fatales efectos sociales de la participación libre de los judíos
en Europa.
Dichas obras se extienden desde Der Weg
zum Siege des Germanentums über das Judentum (El Camino a la Victoria del Germanismo sobre el Judaísmo) de
Wilhelm Marr, 1879, a Die Juden und das Wirtschaftsleben (Los Judíos y la Vida Económica) de
Werner Sombart, 1911. Die Judenfrage als Frage der
Racenschaedlichkeit (La
Cuestión Judía como Perjuicio Racial) de Eugen Dühring, escrito en 1881 [*],
presenta el primer estudio completo del problema del creciente dominio judío de
la sociedad y la política europeas. Su trabajo es especialmente valioso por su
capacidad de ver a través del barniz cultural adoptado por los judíos cultos y
de exponer la esencial vileza moral, y la avaricia, de los que él llamó "los
descendientes de comerciantes en ropa y trastos viejos y huesos de ganado".
[*] La edición de 1881, cuya portada hemos visto,
lleva por título Die Judenfrage als Racen-, Sitten- und Culturfrage mit
einer weltgeschichtlichen Antwort (La Cuestión Judía: Una
Cuestión Racial, Moral y Cultural, con una Solución Histórica-Mundial), pero ya
la 5ª edición, de 1901, se
titula Die Judenfrage als frage des
Racencharakters und seiner Schädlichkeiten für Volkerexistenz, Sitte und Cultur: mit einer denkerisch
freiheitlichen und praktisch abschliessenden antwort (La Cuestión Judía como Problema de los Caracteres Raciales y su
Nocividad para la Existencia del Pueblo. Con una Solución Intelectual Final
Liberal y Práctica). NdelT.
Karl Eugen Dühring nació en 1833 en Berlín,
hijo de un burócrata prusiano, y estudió leyes, filosofía y economía política
en la Universidad de Berlín. Aunque él comenzó la práctica como un abogado, él
se vio obligado a abandonarla a la edad de 28 años cuando quedó ciego por un
defecto congénito. Él entonces comenzó estudios doctorales en la universidad y
obtuvo su doctorado en 1861, dos años después de que él fuera designado
conferencista en filosofía y economía nacional en la Universidad de Berlín. Publicó
obras sobre economía nacional bajo la influencia de las doctrinas del economista
germano-estadounidense Friedrich List y del estadounidense Charles Carey, que
estaban a favor de la economía orgánica con un fuerte énfasis en el
proteccionismo y el interés nacional.
Ya el foco ético de sus estudios económicos
queda evidenciado en su temprana obra Der Wert des Lebens (1865). Entre
sus publicaciones posteriores se incluyen Natürliche Dialektik (1865), Cursus
der National- und Socialökonomie (1873), y Cursus der Philosophie (1875).
Dühring adoptó una actitud crítica ante la universidad y sus instituciones
desde un principio, y fue pronto removido de su cargo de enseñanza. Él atribuyó
ese despido a la maquinación de los elementos judíos en la universidad así como
a sus influyentes agentes en la prensa. Sus publicaciones posteriores como profesor
privado incluyeron un trabajo sobre Die Überschätzung Lessings und seine
Anwaltschaft für die Juden (La Sobrevaloración de Lessing y Su Defensa
de los Judíos) (1881) y Die Judenfrage (1881). Sus últimas obras, Waffen,
Capital und Arbeit (Armas, Capital y
Trabajo, 1906) y Soziale Rettung (Rescate Social, 1907), fueron consolidaciones de sus puntos de
vista sobre economía social y política.
A diferencia
de otros anti-judíos filosóficos como Fichte y Schopenhauer, Dühring era un
realista y no un idealista. En efecto, él estaba contra las instituciones
religiosas hechas por hombre debido a lo que él consideraba sus supersticiones.
Sin embargo, nunca perdió de vista el imperativo de moralidad en todas sus
discusiones acerca de la filosofía social y económica. El ideal social de
Dühring estaba basado en un cultivo moral del espíritu individual, que
liberaría a la personalidad de todos los obstáculos externos e internos y
permitiría que ella formara una cultura vital. De los obstáculos externos, él
consideraba las tendencias explotadoras de grupos sociales como los judíos,
como las más peligrosas.
La cuestión judía, según Dühring,
no es en realidad tanto religiosa como antropológica, enfocada en el carácter
inherente e inalterable del pueblo judío. Una importante característica del
anti-judaísmo de Dühring es su clara distinción entre los judíos y otros
semitas, y su consideración de los primeros como "el grupo más cruel de
la raza semita entera". Él consideraba que los judíos se caracterizaban
principalmente por el interés propio, y este interés propio ha teñido todos los
tratos comerciales de todas las épocas con su "glorificación de la trampa, y, en general, la celebración entera
de la gran estratagema de la astuta explotación" [1]. La estrategia
socio-política de ellos siempre ha sido despótica, e incluso su dios era un
dios de "terrorismo
transcendental".
[1]
Todas las traducciones de Die Judenfrage
de Dühring son mi edición Eugen Dühring
acerca de los Judíos, Brighton, 1997.
Las ideas teocráticas judías de la
sociedad están basadas en la esclavitud del pueblo judío ante su Señor Dios,
pero ellos, por su parte, deben esclavizar al resto de la Humanidad para
complacer a ese monarca único y celoso del mundo: "Ser un esclavo o hacer
esclavos: ésa es la alternativa de los pueblos dispuestos a una carencia de
libertad". La religión judía no tiene así ningún carácter realmente
religioso, sino, en cambio, uno marcadamente económico y político. El dios
judío Yahvé es solamente una encarnación del interés propio judío y representa
lo opuesto del panteón natural indoeuropeo. La mitología germánica está
gobernada por conceptos de fidelidad y espiritualidad ligadas a la Naturaleza
que lamentablemente han sido obscurecidos por el ocultamiento del carácter
moral alemán original a manos del cristianismo, una religión que Dühring creía
que desafortunadamente estaba estrechamente relacionada con la cultura racial
judía en la cual surgió como una reacción a los males de la naturaleza judía
[2].
[2] En
su autobiografía intelectual, Sache,
Leben und Feinde, Dühring señala, p. ej., "la creencia de que lo que Cristo exigió era creer en su persona,
la sujeción ciega a la palabra del maestro y del profeta, pero no a la
fidelidad naturalmente desarrollada, como existe en la naturaleza de los
mejores pueblos y caracteres" (p. 288).
Considerando
la propensión natural de los judíos a obtener beneficios, no es sorprendente
que ellos, en sus extensos vagabundeos lejos de su patria, hayan ganado el
favor con los dueños del poder en todas las épocas por medio de sus préstamos
financieros. Los peligros de la corrupción moral en la sociedad han aumentado
después de la emancipación de la judería en los años '60 y '70 del siglo XIX
por medio de la mayor adición de judíos en las familias europeas. La influencia
de los judíos en la sociedad es más evidente en las clases superior y media que
en la más baja ya que los primeros están más expuestos a la prensa y la
literatura completamente judaizadas de los tiempos modernos. La desafortunada
admisión de judíos en posiciones influyentes en la sociedad y la política
europeas ha permitido que ellos exploten a sus propias naciones anfitrionas y a
otras mediante la defensa de toda clase de supuestos movimientos socialistas que
les permiten extraer ventajas para sí mismos de condiciones sociales y
económicas perturbadas.
El objetivo de ellos en el reino de
economía siempre ha sido, ya sea por medio de Marx o de Ferdinand Lasalle,
fomentar la insatisfacción económica mediante términos como "guerra de clases" a fin de
conseguir por último una "mezcolanza de todas las naciones en un reino
judío". Pero el Estado alemán fue originalmente fundado en la cualidad
moral de la lealtad, que era la base
del sistema feudal en la Edad Media. La lealtad debería ser por lo tanto la
fuente de la futura política alemana también. Esto solo contrarrestará la
política judía basada en la traición,
contra los europeos así como, de vez en cuando, contra judíos también. La
infiltración judía en las actividades legislativas del Estado alemán después de
su emancipación les ha permitido juntar en manada a la gente alemana bajo la
esclavitud de la "libertad" individualista en las manos explotadoras
de los judíos. En esto ellos han sido instigados por los profesores y la
intelectualidad universitaria, ya que esta última depende en su mayor parte de
la prensa judía para su reputación.
El progreso de los judíos desde su status original de parias hasta las
principales posiciones políticas en las naciones europeas es ejemplificado por
el ascenso de Gambetta en Francia y de Disraeli en Inglaterra. Gambetta, en
efecto, subió al poder sobre la base de una debacle política —que involucró a
Daniel Wilson, el yerno del entonces Presidente Jules Grevy— de la cual su
propio pueblo había sido responsable, mientras que el oportunismo de Disraeli
queda de manifiesto en su uso de los negocios bursátiles para adquirir tierras
extranjeras. La misma designación de un judío como Disraeli como jefe del
Parlamento inglés es un triste signo de la degeneración de la aristocracia
inglesa en tiempos recientes.
Dühring estaba firmemente contra la
doctrina marxista de la guerra de clases,
ya que él pensaba que ésa era una estrategia subversiva que se basaba en la
oposición entre las poderosas noblezas guerreras del pasado y los grupos
sociales impotentes, para ventaja de los judíos mismos, que durante mucho
tiempo constituyeron un grupo proscrito en la sociedad europea. Puedo señalar
que el significado de esta oposición original entre la antigua nobleza europea
y los judíos fue repetida por Nietzsche en su tesis de La Genealogía de la
Moral (1881) de que la moralidad aristocrática de la nobleza guerrera había
sido invertida por la judía "rebelión
de los esclavos en la moral" que apareció en Occidente bajo la
dirección del clero cristiano. Pero más exactamente que Nietzsche, quien culpó
al cristianismo tanto como al judaísmo por esa subversión, Dühring se enfocó en
los modelos económicos judíos que han transvalorizado la economía por medio de
la subordinación de las aspiraciones más elevadas del pueblo ante las
inferiores.
Con respecto a esto, las opiniones
económicas de Dühring sirven también como un correctivo para la latente
adulación del judaísmo que se encuentra en la influyente obra de Max Weber La
Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo (1904-1920), que derivó la
búsqueda "religiosa" de la ganancia económica en el capitalismo
occidental del protestantismo calvinista, es decir, de la ética cristiana.
Werner Sombart señaló en su Die Juden und das Wirtschaftsleben que el
Puritanismo en efecto está estrechamente aliado con el judaísmo. Pero Weber
descartó la contribución de los judíos al capitalismo europeo (que había sido
destacada por Werner Sombart en su obra) como mero "capitalismo de parias", dejando de ver que en efecto
esta última variedad del capitalismo estaba basada en la práctica judía de la
usura contra los no-judíos así como en la poco escrupulosa innovación
empresarial y la especulación, la que sustituiría finalmente a la ética del
trabajo del calvinismo como el fundamento económico de Occidente.
En vez del énfasis marxista en la guerra
de clases, Dühring apuntó a la verdadera simpatía que debería y podría existir
entre empleados y trabajadores como una base sana para el bienestar económico
de un país. Él propuso asociaciones libres de trabajadores que parecieran
comunas económicas y corporaciones que asegurarían el acceso de todos a la
propiedad según la capacidad personal. La condición previa de tales coaliciones
de trabajadores sería la dirección de todos sus esfuerzos para los intereses
del todo, del público como una totalidad, y esto puede ser efectuado sólo
cuando el Estado entra como un mediador
entre los diversos intereses socio-económicos de la población, los cuales no
puede permitirse que sean representados por partidos políticos ya que éstos no
son democráticos en absoluto sino agrupaciones oligárquicas en las cuales "una
parte considerable de la gente tiene un lugar sólo como una masa gobernada y en
gran parte anónima" [3].
[3] Kritische
Geschichte der Nationaloekonomie und des Sozialismus, p. 486.
En
efecto, al igual que los conservadores de la República de Weimar como Oswald
Spengler y Edgar Julius Jung, Dühring estuvo completamente opuesto al sistema
del parlamentarismo desde que, por ejemplo, los partidos ingleses de
Conservadores y Liberales eran solamente representantes del robo beligerante y
colonial y la rapacidad capitalista y comercial, mientras que el Parlamento
francés estaba firmemente relacionado con los intereses financieros y
bursátiles. Desde que los egoístas elementos judíos de la sociedad se habían
apoderado incluso de la llamada Revolución Socialista y la habían representado
en el Parlamento, Dühring creía que era necesario alterar el actual estado de
cosas por medio de una dictadura de transición formada por un individuo
intelectual y moralmente excepcional que procuraría establecer la justicia
social en el país.
Si la principal consideración del Estado es
la totalidad de las aspiraciones del pueblo, su economía también debería ser
nacionalista y emplear tarifas para proteger sus intereses. La supuesta
libertad exigida en la economía y la sociedad modernas es de hecho un grito de
guerra principalmente de grupos explotadores como los judíos (aunque Dühring
atacara a los poderosos Junkers, es decir, la nobleza menor, también
como explotadores en su gobierno de la sociedad prusiana de entonces).
El peor
aspecto del control comercial de los judíos de la sociedad es que el egoísmo
grosero y la crueldad de los judíos se han filtrado hacia el público por medio
de la prensa e incluso la legislación. En efecto, "incluso las partes
de la ciencia que son especialmente estudiadas por los judíos debido a su
exclusión de otras ya revelan desde muchos puntos de vista el sello de la nueva
forma de negocios dirigida a sacar ganancia" [4]. Esencialmente los
judíos mismos carecen de todo poder creativo en la ciencia así como en el arte,
y simplemente comercian con las ideas de otros. El economista judío David
Ricardo, por ejemplo, derivó su famosa teoría del arriendo de la tierra del
escocés James Anderson, del matemático judío Carl Gustav Jacobi, y sus ideas
del noruego Niels Abel. Incluso el único distinguido filósofo de la raza judía,
Spinoza, produjo un sistema que singularmente carece de todos los ideales por
encima del cálculo racional.
[4] Cursus
der Philosophie, p. 391.
El abandono
de la compasión en su Ética como una categoría basada en el sentimiento
a ser superada por el entendimiento, señala el verdadero culto al poder
intelectual que está en la base de su sistema. De manera similar, el talento
judío en literatura es siempre de una clase híbrida que despliega, incluso en
sus intentos de sublimidad germánica, una irresistible propensión a la
payasada, como en el caso de Heine, y a la polémica, como en el caso de (Karl
Ludwig) Börne. Los judíos también carecen de todo heroísmo de carácter para
producir literatura épica o dramática y pueden alcanzar, a lo sumo, algún debil
lirismo, como se revela en sus antiguos Salmos. La general indisposición
de los judíos para la empresa artística está, de hecho, localizada por Dühring
en su carencia de "aquella actividad libre y desinteresada de la mente
que ella sola contribuye a la verdad desinteresada y a la belleza". En
efecto, como encarnaciones del interés propio, los judíos son incapaces de ser
realmente emancipados, a pesar de la emancipación legal conseguida por ellos en
Alemania y otras partes de Europa a mediados del siglo XIX.
Al momento de escribir su Cursus der
Philosophie (1875), Dühring creía que alguna forma de socialismo sería
suficiente para responder a la naturaleza egoísta de los judíos, ya que el
socialismo está basado en la sensibilidad orgánica de la gente local a
diferencia de la actividad explotadora de los judíos. Además, él pensaba que,
dado que su particular forma de socialismo, o socialitarismo como él lo llamó, garantizaría la independencia
económica de las mujeres, éstas ya no contraerían matrimonios por conveniencia
económica con hombres judíos. La restricción de oportunidades para las
actividades explotadoras de los judíos haría posible a largo plazo "un
mejoramiento gradual de las formas de pensar y sentir" de los judíos.
Ese optimismo
inicial, sin embargo, fue sustituído pronto por una comprensión más realista de
la imposibilidad del mejoramiento ético de los judíos. Esto es evidenciado en
sus discusiones de las soluciones posibles al problema judío en las diversas
ediciones de su libro Judenfrage. En las primeras ediciones de esa obra,
Dühring sostuvo en primer lugar que las soluciones al problema judío tenían que
ser de una naturaleza internacional a fin de tener un efecto duradero.
Considerando su agudo foco moralizador sobre el asunto, uno de los principales
pasos preparatorios que él sugirió era la eliminación de la falsa idea de la tolerancia. La tolerancia de la bajeza
es una contradicción del principio de la tolerancia humana misma. "La
reciprocidad humana consistirá en vivir en paz en tanto que la Humanidad más
noble converja en el bien. Por lo demás, sin embargo, precisamente emergerán
batalla y destrucción mucho más enérgicamente contra lo inhumano". Del
mismo modo, el principio de igualdad no puede significar la consideración de lo
que es desigual como si fuese igual.
Las comunas y corporaciones económicas que
Dühring previó en su sistema socialitario por lo tanto deben reservarse el
derecho de excluír a los elementos económicos dañinos, como los judíos. La
solución política del problema judío radica primero en la emancipación
espiritual desde la mentalidad y la moral judía por parte de la gente. Pero las
naturalezas individuales son demasiado débiles para llevar a cabo esa reforma
de la sociedad por sí mismas y por lo tanto deben ser ayudadas por la
legislación estatal. La privación de derechos de los judíos es una condición sine
qua non de toda acción remediadora en cuanto al problema judío. La
exclusión de ellos, su internamiento y deportación, deben ser fomentados. Sin
embargo, Dühring era demasiado realista para pensar que la creación de un
Estado israelí en Palestina bastaría para solucionar el problema judío, ya que
la naturaleza judía es esencialmente nómada y pronto se dispersaría de nuevo
por todo el mundo incluso si se hubiese concentrado en Palestina durante un
tiempo.
Las medidas
específicas que Dühring sugirió contra los judíos en las primeras ediciones de
su obra sobre los judíos incluían medidas políticas, económicas y sociales:
—La representación política y la ocupación de posiciones
oficiales por parte de los judíos deben ser reducidas inmediatamente de tal
modo que ningún judío pueda ser elegido al Parlamento ni pueda tener derecho a
votar en las elecciones europeas.
—El número excesivo de jueces judíos también debe ser
reducido mediante el retiro forzado.
—Las medidas financieras a ser adoptadas contra los
judíos deberían ser dirigidas por el conocimiento de que toda la economía
racial judía está basada en la avaricia y la ambición de dominar a otros.
—Las poderosas casas financieras judías deben ser
intervenidas inmediatamente y colocadas bajo supervisión estatal.
—Los medios sociales deberían al principio estar
enfocados en el principal agente judío de influencia social, la prensa, por medio
de la cual los judíos convierten a toda la opinión pública en la opinión judía.
Los judíos deben ser sacados de la propiedad así como de posiciones editoriales
de los periódicos.
—La educación también debe ser reorientada de una manera
alemana nativa mediante la exclusión de los judíos de la enseñanza escolar y
universitaria.
—Otra importante medida social contra los judíos sería
disuadir los inter-matrimonios entre alemanes y judíos.
Al momento de
la escritura de las primeras ediciones de Die Judenfrage, Dühring creía
que serían necesarias demostraciones populares contra los judíos para compensar
la impotencia de los partidos del Parlamento, ya que éstos tenían demasiada
vinculación con las agencias judías para ser eficaces de algún modo.
Sin embargo, la concentración de Dühring
en el problema judío durante la publicación de las varias ediciones de Judenfrage
entre 1881 y 1901 hizo que él desesperara cada vez más de conseguir una
solución duradera al problema judío. En las ediciones finales de dicha obra él
sostuvo que los únicos medios eficaces contra ellos serían los terroristas,
mientras que en la última edición del libro (1901) él sugirió que todas las
soluciones anteriores propuestas por él en realidad serían inadecuadas a largo plazo
ya que la cuestión judía es
esencialmente lo que él entonces llamó un "Existenzfrage",
o un cuestionamiento de la existencia judía misma. La única solución al
problema judío que él finalmente previó se centró de esa manera en la
imposibilidad de la existencia judía dentro de las comunidades europeas por más
tiempo.
A pesar de la creciente severidad de su
tratamiento del problema judío, la fuerza de la condena de Dühring contra los
judíos se derivaba sin duda de su sentido moral altamente desarrollado. La
visión que él tenía de los judíos era la de unos seres moralmente corruptos que
prosperan mayormente en una sociedad donde la corrupción moral ya se ha
establecido o ha comenzado a asentarse. Ésta es la justificación de su
denominación de la raza judía como "parásita", ya que se
alimenta de la corrupción moral de la sociedad anfitriona, una corrupción
creada por ella o, si ya está presente en algún grado, fomentada por ella. En
efecto, como Hitler después de él, Dühring pensaba que los judíos eran esencialmente
"criaturas naturales criminales" caracterizadas por "mentiras
y explotación... engaño intelectual y material".
Lo que es más significativo en todas sus
soluciones propuestas es su aguda conciencia de que la cuestión judía está vitalmente relacionada con la salud social de
la nación alemana, y el deseo de él de restablecer la lealtad y la confianza
germánica como la base del desarrollo social, en contra de la frivolidad de la
mentalidad judía y la corrupción que se infiltra al amparo de esa frivolidad.
En efecto, Dühring era consciente de que lo que estaba en juego era la misma
existencia, moral y material, de los pueblos europeos, ya que "si las
cosas no son abordadas, los descendientes de los comerciantes de ropas viejas,
trastos y huesos de ganado llegarán a la misma médula de los pueblos modernos
después de que aquéllos se hayan metido en el bolsillo la riqueza de éstos y
hayan lisiado su mente mediante inoculación".
Ya que las regulaciones anti-judías
propuestas de Dühring anticiparon a las del Tercer Reich podemos
considerar brevemente aquí la historia de su influencia en el activismo
político alemán. Las doctrinas económicas de Dühring tuvieron una influencia
inicial en socialistas como August Bebel (1840-1913), quien, en el diario Volksstaat
del 20 de Marzo de 1874, describió la última obra económica de Dühring como
perteneciente a "lo mejor que en el período más reciente ha sido
publicado en el campo económico”. En 1878, sin embargo, Wilhelm Liebknecht,
el socialista judío, advirtió a Marx y a Engels de las opiniones anti-marxistas
de Dühring, y estimuló con ello a Engels para que publicara una refutación de
las doctrinas de Dühring en una obra titulada Herr Dührings Umwälzung der
Wissenschaft (La Subversión de la
Ciencia por el Señor Dühring, 1878) también llamada abreviadamente Anti-Dühring.
Dühring reiteró sus críticas de Marx y Lasalle como pervertidores judíos de la
verdadera doctrina socialista.
Entre los
nacionalistas alemanes que estuvieron bajo la influencia de Dühring podemos
mencionar a Matthäus Joksch, un organizador de sindicatos en Bohemia, quien
declaró públicamente en 1900 que las enseñanzas de Dühring representaban una
reforma total de la sociedad "a favor de todo trabajo honesto, de modo
que el capital recibe sólo una moderada recompensa, y en lugar del actual
arrendamiento del trabajo por parte del capital, el trabajo arrendará al
capital" [5]. El más importante de los nacionalistas austriacos que
estuvieron bajo la influencia de Dühring era Georg Ritter von Schönerer
(1842-1921), quien encabezó el movimiento nacionalista en Austria que fue el
suelo fértil para la ideología de Hitler. En 1887 Schönerer declaró en el Deutsche
Klub que "nosotros... no hacemos ningún secreto en cuanto al
anti-judaísmo no como un deplorable síntoma de desgracia sino como el principal
puntal del pensamiento nacional, como el medio principal para promover una
disposición genuinamente basada en la gente, y así el mayor logro del
siglo".
[5] Citado en A. Ciller, Vorläufer des Nationalsozialismus,
Viena, 1932, pp. 28-29.
El movimiento pan-germano de Schönerer no
fue muy exitoso ya que era principalmente un movimiento de las clases media y
media baja que no tenía el apoyo de los campesinos u obreros industriales, ni
de la aristocracia y los grandes industriales. Sin embargo, la tenacidad del
movimiento pan-germanista de Schönerer es revelada en el hecho de que poco
después de la desintegración de su propio partido se formó el nuevo Partido
de los Trabajadores Alemanes (Deutsche Arbeiterpartei) en 1903-1904,
que a su vez fue el precursor del Deutsche National-Sozialistische
Arbeiterpartei (DNSAP) de Austria.
El efecto social de la obra de Dühring
continuó en los congresos anti-judíos organizados en Alemania, primero en
Dresden en 1882 [**] y luego en Chemnitz en 1883. En este último surgió una
división entre aquellos que favorecían los puntos de vista más intransigentes
de Dühring, y los elementos cristianos en la reunión. Sin embargo, el
movimiento tomó un nuevo ímpetu por el liderazgo de Theodor Fritsch en Leipzig,
quien lo revitalizó según el punto de vista extremista y fomentó la creación de
sociedades nacionalistas germinales como la Sociedad Thule y la Germanenorden.
Karl Harrer, un miembro de la Sociedad Thule, fue uno de los fundadores
del National-Sozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP) de Alemania en
1919.
Uno de los primeros miembros del NSDAP y
más tarde el ideólogo oficial del partido, Alfred Rosenberg, también escribió
una obra sobre la cuestión judía muy similar a la de Dühring llamada Die
Spur des Juden im Wandel der Zeiten (La
Marca del Judío en el Cambio de los Tiempos, 1920). En ella él habla,
primero, de las circunstancias históricas de los judíos de la diáspora después
de la destrucción de Jerusalén hasta sus diversas intervenciones en la política
europea moderna. La segunda sección trata de la mentalidad judía como es
revelada en sus obras religiosas, culturales y económicas. El libro termina con
una discusión de las ambiciones judías por el dominio económico y político en
el mundo, y sugiere modos de contener esa tendencia inmediatamente en Alemania.
Por ejemplo, Rosenberg insiste en que debiera ser establecido por la
legislación alemana que
1.
Los judíos son reconocidos como una nación que vive en Alemania. La confesión
religiosa o la carencia de confesión no desempeñan ningún papel.
2.
Un judío es aquel cuyos padres, padre o madre, son judíos por nacionalidad; un
judío es de aquí en adelante uno que tiene un cónyuge judío.
3. Los judíos no tienen
derecho a involucrarse en la política alemana ni con palabras, escritos ni
acciones.
4.
Los judíos no tienen derecho a asumir posiciones oficiales estatales ni a
servir en el ejército como soldados o como oficiales.
5.
Los judíos no tienen derecho a ser líderes en instituciones culturales
políticas y comunitarias (teatros, galerías, etc.) ni a asumir posiciones de
instructores ni profesores en las escuelas y universidades alemanas.
6.
Los judíos no tienen derecho a participar en comisiones políticas o
comunitarias de exámenes, control, censura, etc. Los judíos no tienen derecho a
representar al Reich alemán en convenciones económicas, ni tienen
derecho tampoco a ser elegidos en los directorios de los bancos estatales e
instituciones comunitarias de crédito.
7.
Los judíos extranjeros no tienen derecho a establecerse permanentemente en
Alemania.
8. El sionismo debe ser
poderosamente apoyado a fin de promover cada año que un cierto número de judíos
alemanes vayan a Palestina, o, en general, que salgan de las fronteras [6].
[6] A. Rosenberg, Die Spur des Juden im Wandel der Zeiten, Múnich, 1939, pp. 152 y
ss.
Notamos las similitudes entre las medidas
anti-judías de Dühring y de Rosenberg ya que ambos incluyen la exclusión y la
deportación. Sin embargo, mientras Rosenberg considera al sionismo como una
solución al problema judío, Dühring pensaba que la creación de un Estado
israelí sólo significaría dar a la hidra judía otra cabeza. La opinión de
Dühring en efecto ha demostrado ser correcta ya que el Estado de Israel hasta
este día representa una justificación cada vez más intolerable de la ambición
internacional judía en sus diversas formas, financieras, sociales y culturales.
Hitler mismo parece no haber sido influído
directamente por el libro de Dühring tanto como por los escritos del
contemporáneo de Dühring, el teólogo Paul de Lagarde, que también abogaba por
la expulsión de los judíos de las tierras alemanas [7]. El valor más
extraordinario de la obra de Dühring acerca de los judíos en efecto consiste en
su exactitud profética. Su sistemático desenmascaramiento de la maldad del
carácter judío, y sus diversas sugerencias, en las diferentes ediciones de Die
Judenfrage, para la remoción de ese mal, tiene el más cercano parecido a la
creciente atmósfera anti-judía, tanto ideológica como popular, y al curso de
entonces de los acontecimientos anti-judíos en Alemania en los años '30 y '40.
[7] Vea
mi traducción de los escritos de Lagarde en Europa:
German Conservative Foreign Policy 1870-1940: Selected Readings, University
Press of America, 2002.
Comenzando con las leyes para excluír a
los judíos de posiciones oficiales en 1933, el rechazo de la ciudadanía a los
judíos y la prohibición de los inter-matrimonios entre judíos y alemanes en las
Leyes de Ciudadanía de Núremberg de 1935, y siguiendo con la abolición
de la propiedad judía en las leyes de 1938 y una irritación creciente ante la
sola presencia de judíos en suelo alemán, los programas anti-judaicos de los
nacionalsocialistas fueron anticipados casi hasta el último detalle por el
filósofo ciego de Berlín (Dühring).
Entre la primera aparición de la obra de
Dühring y las primeras principales medidas políticas masivas tomadas contra los
judíos por el régimen nacionalsocialista había pasado un período bastante largo
de aproximadamente 60 años. Ni los judíos ni los simpatizantes de los judíos
pueden culpar a los alemanes por haber sido demasiado imprudentes en su trato
con un grupo racial cuya influencia social y cultural había sido
filosóficamente identificada como moralmente criminal. Y notamos también que el
ímpetu original para las medidas anti-judías no fue, como a menudo es sostenido
por historiadores judíos, alguna fantasía nietzscheana sobre arios nórdicos
predadores sino una más básicamente ética.
Las
afirmaciones de historiadores judíos como George Mosse y Donald Niewyk de que
la brutalización de la política alemana fue incitada por la derrota de 1918 [8]
son sólo parcialmente exactas, puesto que el abrupto giro de las tendencias
anti-judías en la República de Weimar realmente fue propulsado por la
ostensible usurpación del poder por aquellos mismos elementos judíos a quienes
los intelectuales anti-judíos desde un principio habían procurado expulsar de
la sociedad alemana por medios más corteses. La corrupción moral asociada con
las finanzas y costumbres judías no mostró ningún signo de mejoramiento desde
la primera publicación de la obra de Dühring, sino que, en cambio, consiguió un
triunfo vertiginoso al final de la Primera Guerra Mundial en la malhadada
República de Weimar, que fue inicialmente establecida como una república
socialista por Karl Liebknecht, el agitador judío, y conducida en un clima
social y político marcadamente judío.
[8]
Véase G. Mosse, "Der erste Weltkrieg
und die Brutalisierung der Politik: Betrachtungen über die politische Rechte,
den Rassismus, und den deutschen Sonderweg", en M. Funke, et al., Demokratie und Diktatur: Geist und Gestalt
in Deutschland und Europa, Düsseldorf, 1987, pp. 127-139, y D. Niewyk, «Solving the "Jewish Problem":
Continuity and Change in German Antisemitism, 1871-1945», Leo Baeck
Institute Yearbook 35 (1990), p. 370.
No puede ser
muy sorprendente para alguien que esté familiarizado con el análisis de Dühring
de la moral judía y su papel en la Alemania moderna el que los alemanes
hubieran reaccionado a esa moral con un movimiento populista como el
nacionalsocialismo. Aquellos sectores de la población que más sufrieron por el
sentido de explotación a manos del sistema económico y social judío,
naturalmente apoyaron un movimiento nacionalista alemán que procuraba al final
destruír el mal judío en sus mismas raíces. Como Dühring había pronosticado, "El
alemán, desde luego, mueve sus miembros principalmente sólo cuando las
usurpaciones llegan a ser demasiado malévolas; pero, si él hace eso una vez,
luego él hace aquello que él emprende, no importa qué, también de un modo
fundamental".
Las
medidas anti-judías del movimiento nacionalsocialista no eran por lo tanto una
total aberración política sino algo que había sido claramente predicho de
antemano por el entendimiento filosófico. Las discusiones históricas acerca del
régimen de Hitler que tratan de descifrar las medidas extremas tomadas por él
contra los judíos y el bolchevismo judío y que rápidamente descartan a dicho
régimen (NS) como el producto del monstruoso complejo psicológico de un
individuo, están claramente en desventaja por su falta de familiaridad con los
verdaderos ímpetus filosóficos de un movimiento político ideológico como el
nacionalsocialista. La sugerencia de Peter Pulzer de que Hitler estaba
simplemente confiando en "la eficacia política del anti-judaísmo" [9],
por ejemplo, parece no entender que el anti-judaísmo era en sus orígenes, y a
través de toda su carrera hasta los primeros años de este siglo, no un mero
instrumento en la política alemana sino el mismo objetivo de ella.
[9] Véase P. Pulzer, The Rise of Political Anti-Semitism, Londres, 1988, p. 202.
Desafortunadamente, la corrupción y la degeneración de
la sociedad europea que Dühring y los nacionalsocialistas intentaron disminuír
han continuado con redoblado vigor después de la guerra, y la esclavización de
los pueblos europeos ante el negocio y la vulgaridad judíos ha llegado a ser
casi completa. El problema del sionismo se hace más intolerable cada día, no
sólo para los vecinos árabes de Israel sino para el resto del mundo que sufre
del yugo de la "democracia gángster" financiera internacional.
El control
político judío de los Estados europeos es más fuerte que nunca, con líderes
parcialmente judíos como Sarkozy y Cámeron dirigiendo Francia y Gran Bretaña.
Las rebeliones populares contra el sistema judío están en su mayor parte mal
dirigidas, ya que la mayoría de los llamados movimientos nacionalistas en
Europa y EE.UU. hoy están o infiltrados u organizados por judíos, como por
ejemplo el Partido por la Libertad
holandés encabezado por Geert Wilders, la Liga del Norte de Umberto
Bossi en Italia, el francés Frente Nacional, el británico Partido
Nacional, etc. Claramente no es posible combatir la criminalidad judía con
judíos de la Derecha, la Izquierda o el centro.
Una genuina resistencia a los actuales
criminales sistemas capitalistas de Occidente sólo puede provenir de un agudo
foco sobre la élite financiera y pseudo-intelectual judía de Occidente.
Socialmente, los pueblos europeos deben comenzar, inmediata y decididamente, a
reducir la influencia de los judíos en los niveles más altos de sus
instituciones educacionales y artísticas, o su vitalidad cultural pronto será
completamente destruída. Los europeos deben comenzar a entender que el control
judeo-estadounidense de Gran Bretaña y Europa, lubricado por varias falsas
ofertas de apoyo financiero, es en realidad mortal para la mente europea, a la
que no se le ha permitido, después de la Segunda Guerra Mundial, desarrollarse
naturalmente, debido a la aguda paranoia anti-europea que ha caracterizado a
los judíos dirigentes desde el final de la guerra.
La
continuación del falsificado sistema europeo judío dará lugar a la rápida
desecación de las energías creativas de los pueblos europeos y a la
momificación gradual de su aristocrática y milenaria cultura en museos y
reproducciones comerciales, que pueden engordar a la anarquista élite
financiera judía pero que no serán capaces de salvar a los descendientes de
aquellos europeos que realmente produjeron esta cultura del miasma asfixiante
de los modos de pensamiento marxista y trotskista anti-nacional y
anti-espiritual que se está esparciendo constantemente a través del continente.
El arrogante
deseo de los judíos por el poder político debería estar estrictamente
restringido a la moderna "tierra prometida" que ellos han construído
para sí mismos en Estados Unidos junto al reconstruído Estado de Israel el
cual, puedo recordarle a usted, fue de hecho deliberadamente destruído por los
romanos en el siglo I d.C porque ellos consideraban a la nación judía, en
palabras de Séneca, "sceleratissimae
gentis", "la raza más
criminal" [10].
[10] Citado por Agustín en De Civitate Dei, VI, 10.
Al mismo
tiempo Europa —y puedo añadir que India también— debe liberarse de la
perniciosa interferencia de los judíos estadounidenses mediante una ruptura
radical con EE.UU. y su peligrosa alianza de la OTAN, mientras puede ser
forjada en cambio una unión compensatoria más cercana con Rusia. Ninguna nación
europea que se respete a sí misma puede permitir ser gobernada por más tiempo
por una tribu internacionalmente avara, socialmente destructiva y culturalmente
estéril que Eugen Dühring perceptivamente reconoció, a través del barniz de
cultura occidental con que se cubre, como "el lote más cruel de la raza
semítica entera".–
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